El Lobo Generoso
Había una vez, en un bosque encantado, un lobo llamado Lucho. Contrario a lo que se decía de los lobos, Lucho era muy bueno y siempre estaba dispuesto a ayudar a los demás. Era un lobo animal, de ojos brillantes y un corazón grande como su estómago.
Un día, mientras caminaba por el bosque, escuchó el llanto de un pequeño conejito.
"¿Qué te pasa, conejito?" - preguntó Lucho con su voz amable.
"Me he perdido y no puedo encontrar a mi mamá" - sollozó el conejito.
Lucho, sin pensarlo dos veces, se ofreció a ayudar.
"No te preocupes, yo te ayudo a buscarla. Vamos juntos" - dijo Lucho emocionado.
Y así, Lucho pasó horas buscando a la mamá conejo. Finalmente, la encontraron y Lucho se sintió feliz de haber ayudado. Pero mientras se despedía, se dio cuenta de que nadie en el bosque le había preguntado cómo estaba él ese día.
Esa tarde, Lucho se encontró con una familia de patos que estaban tratando de cruzar un río.
"¡Que bonitos son sus patitos!" - comentó Lucho.
"¡Pero necesitamos ayuda!" - exclamó la mamá pato. "El agua está muy fría y nuestros patitos no saben nadar".
Lucho inmediatamente se ofreció a hacer un puente con su cuerpo para que los patitos cruzaran.
"¡Vamos, pequeños! ¡Pueden hacerlo!" - alentó Lucho.
Al terminar, los patitos estaban agradecidos, pero Lucho se sintió cansado y un poco solo. Cada vez más, notaba que mientras más ayudaba a los demás, menos tiempo tenía para su propia felicidad.
Una semana después, Lucho se encontró con una anciana tortuga que intentaba llegar a su hogar en la colina.
"¿Puedo ayudarte, doña tortuga?" - preguntó Lucho.
"Oh, querido Lucho, pero ya estoy cerca. Solo necesito un poco de compañía" - respondió la tortuga."¿Por qué no me cuentas de tus aventuras?".
Y así, Lucho se sentó a hablar con la tortuga y olvidó el tiempo, compartiendo historias hasta que el sol se escondió detrás de los árboles. Así, Lucho hizo una nueva amiga. Sin embargo, al final del día, se sintió nuevamente algo vacío. Si bien ayudaba a muchos, no tenía con quién compartir esos momentos especiales.
Un día, mientras tomaba un descanso junto al lago, vio a su amigo el zorro, que parecía estar en problemas.
"¡Lucho! ¡Ayúdame! Me caí y me lastimé una pata" - gritó el zorro, tratando de levantarse.
Lucho corrió hacia él.
"¡No te preocupes! Te llevaré a casa" - dijo mientras ayudaba a su amigo a levantarse.
Sin embargo, mientras lo cargaba, Lucho recordó que tenía que volver a casa y preparar la cena para su propia familia, que lo estaba esperando.
Mientras caminaba, pensó en lo que significaba ser un buen amigo y cómo él también necesitaba cuidados y compañía. Al llegar a casa, encontró a sus pequeños lobeznos esperando ansiosos.
"¡Papá! ¡Llegaste!" - gritaron los lobeznos, abrazándolo todos juntos.
"Perdonen, amigos, he estado muy ocupado ayudando a otros, pero hoy quiero pasar tiempo con ustedes" - dijo Lucho, sintiendo el calor de su hogar.
Desde ese día, Lucho decidió que ayudaría a los demás, pero también dedicaría tiempo a su familia. Así, cada vez que ayudaba a un amigo, también se aseguraba de reservar un rato para jugar con sus lobeznos.
Cada tarde, al regresar de sus aventuras, encontraba a sus amigos del bosque esperándolo, y todos juntos compartían historias, risas y aventuras, convirtiendo su hogar en un lugar pleno de alegría.
"¡Gracias por todo, Lucho!" - decían los animales. "Eres una gran ayuda".
"Y ustedes son mis mejores amigos" - respondía Lucho, sonriendo.
Y así, el lobo generoso nunca dejó de ayudar, pero ahora también aprendió a cuidar lo más importante: los lazos con su familia y amigos.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
FIN.