El lobo hambriento y el perro guardián
Una vez, en un tranquilo campo argentino, un lobo vagaba por las colinas. Su estómago rugía como un trueno, pues llevaba días sin comer. Mientras tanto, un perro llamado Roco se encargaba de cuidar un hermoso rebaño de ovejas. Era un perro leal, siempre alerta y muy querido entre los habitantes del campo.
Un día, el lobo se acercó sigilosamente al rebaño.
"¡Ay! No puedo más de hambre... Necesito algo para comer", murmuró el lobo, con los ojos fijos en las ovejas.
A lo lejos, Roco se dio cuenta de la presencia del lobo y se preparó para proteger a sus ovejas. Se acercó con decisión.
"¿Qué haces aquí, lobo? No puedes acercarte a mis ovejas", advirtió Roco, con una voz firme.
"¡Pero estoy muriéndome de hambre!", respondió el lobo, con un tono triste en su voz.
"Eso no es excusa para asustar a mis amigas", replicó Roco, sin bajar la guardia.
Con el lobo no se podía ser muy amable, pero Roco no podía ignorar la situación. Sabía que el lobo tenía sus necesidades y que, a veces, la vida era difícil para todos en la naturaleza. Entonces, tuvo una idea.
"Escuchame, lobo. No te voy a dejar comer a mis ovejas, pero tal vez pueda ayudarte de otra manera. Voy a buscar algunos restos de comida cerca de la granja", propuso Roco.
"¿De verdad harías eso?", preguntó el lobo sorprendido.
"Sí, todo el mundo merece una segunda oportunidad", dijo Roco, mientras se alejaba del rebaño.
El lobo se quedó parado, boquiabierto. Nunca había conocido a un perro que se preocupara por él. Mientras Roco buscaba algo de comida, el lobo se sentó y reflexionó.
"Siempre he sido el villano de esta historia. Pero, ¿y si los demás sólo me ven así porque nunca hago otra cosa?", pensó el lobo en voz alta.
Cuando Roco regresó con algunas sobras de alimentos, el lobo no podía creer lo que veía.
"¡Qué maravillosa sorpresa!", exclamó, mientras olfateaba la comida.
"No es gran cosa, pero es mejor que nada", dijo Roco.
El lobo, agradecido, se comió los restos y se sintió mejor.
"No sabía que había bondad en el mundo. Gracias, Roco. No sé cómo podré devolverte el favor", dijo el lobo, con una mirada sincera.
"No es necesario. A veces ser amable trae más alegría de la que pensamos", contestó Roco, con una sonrisa.
De aquel día en adelante, el lobo y Roco comenzaron a hablar. Cada día ponían a prueba su nueva amistad. El lobo, decidido a cambiar su forma de actuar, comenzó a ayudar a Roco a cuidar del rebaño. Donde antes había desconfianza, ahora había un compromiso de proteger a las ovejas juntos.
Pasaron los días, y un atardecer, mientras Roco y el lobo cuidaban del rebaño, un grupo de perros salvajes apareció.
"¡Miren lo que tenemos aquí!", ladró uno de ellos.
"Ese es el lobo. ¡Vamos a atraparlo!", gritó otro.
Roco se puso en posición de defensa.
"¡No toquen a mi amigo!", ladró con toda su fuerza.
El lobo, sintiendo el apoyo de Roco, se unió a la batalla.
Con valentía, los dos se enfrentaron juntos a los intrusos. Roco sabía que el lobo tenía una fuerza impresionante, y juntos lograron ahuyentar a los perros salvajes.
Finalmente, el rebaño estaba a salvo.
"¡Gracias, Roco! No pensé que podría ser tan valiente", dijo el lobo, respirando con alivio.
"Lo hicimos juntos. Tener amigos hace la fuerza", respondió Roco, lleno de orgullo.
Desde aquel día, el lobo y Roco se volvieron inseparables. Juntos aprendieron el verdadero significado de la amistad, la confianza y cómo cada uno puede cambiar para mejor.
Y así, entre ovejas y praderas, el lobo aprendió que ser bueno y amable era mucho más satisfactorio que ser temido. Y Roco, quien había sido solo un perro guardián, se convirtió en un héroe por sus valores.
Bajo el cielo estrellado, los dos amigos prometieron cuidarse mutuamente y nunca dejar de ser amables. Después de todo, la verdadera magia de la vida radica en cómo cada uno puede llegar a ser mejor, no solo para uno mismo, sino también para los demás.
FIN.