El Lobo Insomne y la Luna Brillante
Había una vez, en un frondoso bosque, un lobo llamado Leo. Leo era un lobo amable, con un pelaje gris suave y unos ojos brillantes que siempre estaban llenos de curiosidad. Sin embargo, había un problema: Leo no podía dormir.
Por las noches, mientras otros animales del bosque se acurrucaban en sus cámas, Leo se encontraba dando vueltas en su cueva, sintiendo que el sueño se le escapaba.
"¿Por qué no puedo dormir?" - se preguntaba Leo, mientras observaba cómo la luna iluminaba el cielo.
Una noche, decidido a encontrar la solución, Leo salió de su cueva y comenzó a caminar por el bosque. Mientras caminaba, se encontró con su amiga, la lechuza Lila, que estaba observando las estrellas.
"Lila, no puedo dormir. ¿Tienes alguna idea para ayudarme?" - le dijo Leo, rascándose la cabeza con la pata.
"Es curioso, Leo. Todos los animales hallan su paz en la noche. ¿Has intentado contar estrellas?" - sugirió Lila con una sonrisa.
Intrigado, Leo miró hacia arriba y comenzó a contar las estrellas.
"Una... dos..." - murmuraba, pero pronto se distrajo con los pensamientos de aventuras y juegos.
Al no encontrar respuesta, Leo continuó su camino hasta conocer al viejo sapo Ramón, quien estaba sentado en un charco, mirando las luciérnagas.
"Hola, Ramón. Tengo un problema. No puedo dormir y ya probé contar estrellas, pero no me funcionó" - le expresó, cansado.
"Ah, amigo, tal vez lo que necesites sea un buen cuento. Los sueños visitan a quienes los inspiran" - le sugirió Ramón.
Leo, emocionado, escuchó a Ramón contar historias de valientes héroes y maravillosos paisajes. Cada relato lo envolvía, pero después de que el story terminó, seguía despierto.
"Gracias, Ramón, pero aún no puedo dormir. Tal vez, deba buscar un lugar cómodo. ¡Voy a probar el claro del río!" - dijo Leo con esperanza.
En el claro del río, Leo se tumbó sobre la suave hierba, pero aún así no pudo cerrar los ojos. Justo entonces, vio a sus amigos, los conejos Roco y Mía, saltando alegremente.
"¡Leo! ¡Ven a jugar!" - llamaron los conejos. "Es un hermoso día para divertirnos."
Leo sintió una chispa de alegría y sin pensarlo dos veces, se unió a ellos. Jugaron al escondite, corrieron detrás de mariposas y saltaron entre las flores. Pero, al caer la noche, Leo sintió que el cansancio empezaba a apoderarse de él.
"Estoy muy cansado..." – dijo mientras se tumbaba en el suelo. A su alrededor, los conejos y todos los amigos del bosque comenzaron a acomodarse para dormir.
"¡Leo! ¡No te quedes despierto! ¡Ven a dormir!" - le gritaron los conejos.
Leo se sintió un poco triste porque no quería perderse la diversión, pero sabía que necesitaba descansar.
Entonces, recordó algo que había aprendido de su mamá: "Siempre que sientas que no puedes dormir, piensa en lo que más amas en el mundo, y el sueño vendrá a ti."
Cerró los ojos y pensó en su lindo bosque, sus amigos y las aventuras que había tenido. Antes de darse cuenta, se fue quedando dormido.
Al día siguiente, cuando Leo despertó, los rayos del sol iluminaban su cueva. Se sintió renovado y listo para jugar nuevamente.
"¡Puedo dormir! ¡Puedo dormir!" - exclamó, lleno de alegría.
Aprendió que era importante dedicar un tiempo a la diversión, pero también a la calma. Y así, cada vez que no podía dormir, pensaba en sus aventuras y sentía que el sueño comenzaba a llegar.
Desde ese día, Leo no solo se volvió un lobo más feliz, sino que también se convirtió en el mejor narrador de cuentos del bosque, compartiendo sus historias con todos sus amigos nocturnos, quienes esperaban ansiosos a que comenzara el próximo relato bajo la luz de la luna.
FIN.