El Lobo, los Cerditos y el Conejo Sabio



Había una vez, en un pequeño pueblo llamado Animalandia, un lobo llamado Félix. Era un lobo cariñoso que disfrutaba de la compañía de sus amigos. Entre ellos estaban los tres cerditos: Puerco, Chanchis y Porky, quienes eran encantadores pero un poco traviesos. Un día, decidieron hacer una fiesta y usaron aerosol para decorar el lugar.

- ¡Mirá qué bien queda todo con estos colores! - gritó Porky, mientras llenaba el aire con nubes de aerosol.

Pero lo que no sabían era que estaban contaminando el aire y eso iba a traer graves consecuencias.

Félix, al notar la niebla extraña y el olor desagradable, salió de su casa preocupado:

- ¡Chicos! ¡Detengan eso! Están dañando nuestro hermoso aire.

- ¡Pero es solo un poco de diversión! - respondió Puerco, sin preocuparse.

- ¡Una fiesta no vale la pena si contamina nuestro hogar! - insistió Félix.

Los cerditos lo ignoraron y siguieron esparciendo aerosol. De repente, un conejo llamado Rabo, que observaba desde la distancia, decidió que podía aprovechar la situación. Empezó a contaminar el agua del estanque cercano, pensando que sería divertido provocar a los cerditos.

Sin embargo, la contaminación afectó a todos los habitantes de Animalandia. Una gallina llamada Clari, que siempre estaba feliz, comenzó a sentirse mal y, lamentablemente, murió por la mala calidad del aire y el agua.

Félix se sintió culpable porque había advertido a los cerditos y a ellos no les había importado. Estaba decidido a corregir esa situación.

- ¡Cerditos! ¡Esto es grave! Debemos hacer algo antes de que perdamos más amigos!

Los cerditos, al ver la tristeza en los ojos de Félix, comenzaron a reflexionar.

- Tienes razón, Félix. No pensamos en las consecuencias. - dijo Chanchis con un tono de arrepentimiento.

- ¡Debemos ayudar a limpiar! - añadió Porky.

Juntos, empezaron a recoger la basura y a buscar maneras de purificar el aire y el agua. Rabo el conejo, al ver el esfuerzo de los demás, sintió un remordimiento. Se acercó y dijo:

- ¡Yo también quiero ayudar! No pensé que esto fuera a afectar a tantos. Ya no quiero más contaminación.

Félix miró al conejo y le respondió:

- Todos cometemos errores, Rabo. Lo importante es reconocerlos y cambiarlos.

Así, todos juntos, limpiaron el estanque y usaron flores y plantas purificadoras para que el aire volviera a ser fresco. Cada uno aportó ideas para evitar que esto sucediera de nuevo.

- ¡Hagamos un festival para celebrar la salud de nuestro pueblo! - sugirió Chanchis.

- Sí, pero esta vez sin aerosol ni residuos. - agregó Puerco.

Y así fue como Animalandia se unió para celebrar el Festival del Aire Limpio. Desde ese día, cada año recordaban a Clari y prometieron cuidar su hogar. El lobo Félix se convirtió en el guardián del medio ambiente y Rabo aprendió a ser un conejo responsable.

Fue un gran día lleno de risas, juegos y una lección que nunca olvidarían: cuidar el planeta es responsabilidad de todos.

Y así concluyó la historia, donde un lobo, tres cerditos y un conejo aprendieron la importancia de mantener su hogar limpio y respetar la naturaleza.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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