El lobo nuevo y sus amigos
Había una vez un lobo llamado Lucho que llegó a una nueva escuela. Era el único lobo en todo el lugar y, aunque tenía mucha energía y muchas ganas de hacer amigos, no le fue tan fácil como pensaba. Desde el primer día, algunos chicos se reían de él.
"¡Mirá al lobo! ¿Vas a aullar en clase?" - gritó uno de los niños.
"No traigas tu cena, no sea cosa que te comas a tus compañeros!" - se sumó otro, riendo a carcajadas.
Lucho sentía que su corazón se achicaba cada vez que lo miraban con esas caras burlonas. No entendía por qué era motivo de risa ser un lobo. Decidió que no podía dejar que eso lo afectara, y comenzó a pensar en cómo podría hacer amigos.
Pasaron varios días y la situación no mejoraba. En el recreo, Lucho se sentaba solo, observando a los otros niños jugar. Un día, mientras miraba a los que jugaban al fútbol, tuvo una idea brillante. Se acercó a un grupo de chicos que lo miraban.
"Hola, ¿quieren que les enseñe a jugar al escondite?" - preguntó Lucho con una sonrisa.
Los niños se miraron unos a otros, sorprendidos.
"¿Y por qué tendríamos que jugar con un lobo?" - preguntó una niña llamada Ana.
"Porque, si juego con ustedes, puedo ser su escondite secreto. ¡Soy muy bueno en quedarme quieto!" - se rió Lucho.
Los niños seguían dudando, pero algunos se sintieron intrigados. Finalmente, quisieron probarlo. Lucho se escondió detrás de un árbol y, para su sorpresa, se volvió un gran escondite. Cuando lo encontraron, las risas ya no eran de burla, sino de alegría.
Con el paso de los días, Lucho siguió invitándolos a jugar diferentes juegos. Un día, llevó unos pañuelos para jugar al “captura la bandera” y los niños se divirtieron mucho.
- “¡Lucho, sos un gran jugador! ” - gritó Tomás mientras corría.
- “¡Sí! ¿Cuándo organizamos otro juego? ” - dijo Sofía.
Con el tiempo, los chicos dejaron de ver a Lucho como un lobo raro y empezaron a reconocerlo como BFF (Best Friend Forever). Las risas y las travesuras reemplazaron a las burlas y Lucho se convirtió en un querido amigo de todos.
Pero no todo fue fácil. Un día, apareció una nueva niña en la escuela. Se llamaba Carla y era muy tímida. Lucho, al verlo, se sintió identificado.
"¿Por qué no te unes al juego?" - le preguntó Lucho a Carla.
Carla miró nerviosamente a su alrededor, luego bajó la mirada y dijo:
"No, no sé cómo jugar. No quiero que se rían de mí como se ríen de vos."
"¿De mí?" - respondió Lucho, sorprendido. "Pero ahora soy parte del grupo. La risa ya no me duele. Si te ríen, te prometo que te defiendo. ¡Por eso somos amigos!"
Carla dudó, pero la complicidad y la valentía de Lucho la hicieron sentir segura. Aceptó la invitación y, para su sorpresa, encontraron en la diversidad de cada uno la importancia de la amistad. Pronto, ella también integró el grupo.
Desde entonces, Lucho, Carla, Tomás, Sofía y Ana se hicieron amigos inseparables. Jugaron, compartieron y disfrutaron de cada momento, aprendiendo que la diversidad trae enriquecimiento a las relaciones.
Así, Lucho, el lobo que una vez fue objeto de burlas, se convirtió en una fuente de inspiración para todos. No solo consiguió amigos, sino que enseñó a sus compañeros que la verdadera amistad no tiene que ver con la apariencia, sino con la aceptación y el respeto.
Y así fue como vivieron felices, aprendiendo juntos a ser mejores amigos en una escuela donde la diversidad se abrazaba con alegría.
FIN.