El Lobo que aulló a la Luna
Una noche clara, bajo la inmensa luna llena, un lobo llamado Lico se sintió solo. Mientras caminaba por el bosque, miró hacia el cielo y, sintiendo una mezcla de tristeza y deseo, decidió aullar. Al hacerlo, su eco resonó por todo el lugar.
"¡Auuuuu!" - gritó Lico, su voz se extendió hacia las estrellas.
Para su sorpresa, la noche pareció responderle.
"¿Quién llama en la oscuridad?" - susurró una suave voz entre los árboles. Era la noche misma, con un tono amistoso y curioso.
Lico, emocionado pero un poco asustado, dijo:
"Soy yo, Lico, el lobo. Me siento solo y me gustaría hacer amigos."
"Los amigos son valiosos, pero recuerda que no todos los seres del bosque te conocen. Quizá deberías mostrarte tal como eres, con amabilidad", aconsejó la Noche.
Lico pensó en las criaturas del bosque. Sabía que muchos lo veían con temor por su aspecto y su fuerte aullido. Así decidió que debía hacer algo diferente para acercarse a los demás.
Al día siguiente, mientras paseaba por el bosque, se encontró con una familia de ciervos.
"Hola, queridos ciervos. Soy Lico. No quiero asustarlos, solo busco amigos."
Los ciervos lo miraron con desconfianza.
"Pero, eres un lobo. Los lobos comen ciervos. ¿Cómo podemos confiar en ti?" - respondió el más viejo de ellos, temblando.
"Lo sé y comprendo su miedo. Pero me prometí a mí mismo no hacer daño. Solo quiero jugar y ser amigo. Me gustaría mostrarles que no todos los lobos son malos."
Los ciervos se miraron entre sí, dudando, pero la curiosidad podía más y decidieron dar una oportunidad.
Pasaron los días, y Lico comenzó a ayudar a los ciervos. Les enseñaba a jugar a las escondidas y a encontrar las frutas más dulces del bosque. Poco a poco, su amistad creció, y los ciervos empezaron a aceptarlo como uno de ellos.
Sin embargo, un día, una tormenta llegó al bosque, con vientos fuertes y lluvia.
"Debemos refugiarnos", dijo el ciervo más joven, que se llamaba Tito.
"Sí, pero ¿dónde?" - preguntó una cierva asustada.
Entonces, Lico recordó un lugar seguro que le había mostrado su madre cuando era pequeño.
"Vengan conmigo, conozco un lugar donde estaremos a salvo", dijo Lico, guiándolos con confianza.
A medida que se acercaban a la cueva, el viento aullaba y los truenos resonaban. Lico les instó a seguirlo:
"No se preocupen, yo estaré aquí. Solemos sentir miedo, pero juntos estamos más fuertes."
Finalmente, llegaron a la cueva, un lugar cálido y seco. Mientras esperaban a que pasara la tormenta, los ciervos se dieron cuenta de que Lico no solo tenía buen corazón, sino que también era fuerte y valiente.
"Gracias, Lico. Nos has salvado", dijo Tito.
"Siempre estaré aquí para ayudar. Ustedes son mis amigos, y eso es lo más importante", dijo Lico, sonriendo.
Después de la tormenta, la amistad entre Lico y los ciervos se hizo más fuerte. Ellos aprendieron a no juzgarlo por su apariencia, y Lico, a su vez, comprendió el valor de la lealtad y la valentía.
Bajo la luna llena, aquella noche, Lico volvió a aullar, pero esta vez, no se sintió solo. La Noche, al escuchar su canto, sonrió en el silencio de la oscuridad.
"¿Ves, Lico? Ahora tienes amigos que siempre estarán a tu lado."
Con el corazón lleno de alegría, Lico miró a sus amigos y comprendió que el amor y la amistad pueden superar cualquier temor, y que cada uno tiene algo especial que ofrecer, sin importar su apariencia.
Y así, en el bosque, por muchos días y noches, Lico y los ciervos vivieron felices, y cada vez que la luna brillaba, el eco de sus risas se mezclaba con el aullido amistoso de un lobo que encontró su lugar entre los suyos.
FIN.