El Lobo que No Podía Dormir
En un pequeño bosque, donde los árboles susurraban secretos y las estrellas brillaban con intensidad, vivía un lobo llamado Lucas. Lucas era un lobo muy especial, no solo porque tenía un pelaje brillante y ojos verdes como esmeraldas, sino porque había un problema que lo hacía diferente de los demás: ¡no podía dormir!
Cada noche, mientras los demás animales del bosque se acomodaban en sus cómodos nidos y cuevas, Lucas daba vueltas y más vueltas sin poder cerrar los ojos. Esto se había vuelto un verdadero reto, y él estaba cansado.
Una noche, cansado de no poder descansar, decidió ir a buscar ayuda. Caminó entre los árboles, hasta que se encontró con una divertida bandada de búhos que estaban teniendo una reunión nocturna.
"Hola, búhos, ¿pueden ayudarme? No puedo dormir y estoy muy cansado" - les dijo Lucas con una voz apagada.
"¡Claro, amigo!" - respondió uno de los búhos, moviendo sus grandes ojos redondos. "A esta hora, nosotros estamos muy despiertos. ¿Por qué no pruebas con contarnos un cuento?"
A Lucas le gustaba contar historias, así que comenzó a relatarles sobre sus aventuras en el bosque.
"Una vez, conocí a una tortuga que quería ser la más rápida de todas..."
Los búhos escuchaban con atención y disfrutaban cada palabra. Cuando terminó el cuento, un búho dijo:
"¡Eso fue genial! Pero, ¿no será que tu mente está demasiado activa?"
Lucas se quedó pensando. Quizás había algo de verdad en eso. Pero aún quería hacer algo para dormir.
"¿Qué podría hacer para calmar mi mente?" - preguntó Lucas, deseoso de encontrar una solución.
Los búhos intercambiaron miradas y uno de ellos dijo:
"Podrías intentar contar estrellas. Es un ejercicio de relajación que a nosotros nos ayuda a dormir. ¡Vamos a intentarlo juntos!"
Así que empezaron a contar estrellas. Lucas se concentró en las brillantes luces del cielo y, por un momento, se sintió más tranquilo. Sin embargo, justo cuando llegaban a veinte estrellas, un ruido fuerte interrumpió su paz.
"¡Es un ciervo! Parece que se ha lastimado, debemos ayudarlo" - exclamó uno de los búhos.
Lucas, aunque cansado, decidió acompañar a los búhos. Tropezaron y corrieron hasta el claro donde encontraron al ciervo con una pata lastimada.
"No te preocupes, amigo. Te ayudaremos" - dijo Lucas con voz firme.
Juntos, los búhos y Lucas improvisaron una férula con ramitas y hojas. El ciervo, aunque asustado al principio, se sintió agradecido.
"Gracias, amigos. No sé qué haría sin ustedes. ¿Cómo puedo defenderme?" - dijo el ciervo aliviado.
Para sorpresa de Lucas, esta pregunta encendió una chispa de ideas en su mente.
"Podrías contar historias de aventuras al igual que yo y así hacer que otros aprendan a ser más valientes" - sugirió Lucas.
El ciervo sonrió.
"¡Qué gran idea!" - respondió. "Las historias también son una manera de ayudar a los demás."
Con el ciervo más cómodo, el grupo decidió dar un paseo por el bosque para celebrar. Lucas sintió que la energía se estaba acumulando desde su interior; no solo había ayudado a un amigo, sino que también compartió un bonito momento.
Finalmente, Lucas se despidió de sus nuevos amigos y regresó a casa. Al llegar, sintió que su mente estaba más tranquila, como un río sereno.
"Quizás no necesite contar estrellas para relajarme, solo necesito compartir momentos con amigos y ayudar" - reflexionó Lucas mientras se acurrucaba en su rincón favorito.
Esa noche, para sorpresa de Lucas, se quedó dormido en un instante, soñando con aventuras y nuevas amistades.
Y así, el lobo que no podía dormir encontró la clave para descansar: dar, compartir y ayudar a los demás. En las noches que siguieron, Lucas no solo soñó con aventuras, sino también con el color del amor y la amistad que le devolvieron la paz que tanto necesitaba.
FIN.