El Lobo que Quería ser Oveja
Érase una vez en un hermoso prado donde pastaban tranquilamente un grupo de ovejas. Ellas eran alegres y siempre estaban juntas, disfrutando del sol y de la compañía. Sin embargo, había un lobo solitario que las observaba desde lejos. El lobo, aunque era temido por todos, en el fondo de su corazón deseaba ser parte de esa alegre manada.
Un día, el lobo decidió que ya era hora de actuar. Con mucha determinación, se acercó al rebaño de ovejas.
"¡Hola, ovejitas!" - dijo el lobo, tratando de sonar amigable.
Las ovejas se asustaron y comenzaron a murmurar entre ellas.
"¡Es un lobo! ¡Huyamos!" - gritó una de las ovejas.
El lobo, desanimado, se alejó. Pero no estaba dispuesto a rendirse. Se le ocurrió un plan. Fui a una tienda de disfraces cercana y se compró un disfraz de oveja. Cuando volvió al prado, se sintió emocionado.
Poco a poco se acercó al grupo mientras llevaba el disfraz.
"¡Hola, amigas! ¡Soy una nueva ovejita!" - dijo con la voz más suave que pudo.
Las ovejas miraron al lobo con curiosidad.
"Nunca te habíamos visto por aquí. ¿Te gustaría unirte a nosotras?" - preguntó una oveja llamada Mabel.
El corazón del lobo latía con fuerza.
"¡Sí! Me encantaría ser parte de su grupo. He soñado con esto desde siempre" - respondió con alegría.
Las ovejas, confiadas en su nuevo —"amigo" , lo aceptaron en su manada. Al principio, todo iba bien; el lobo disfrutaba del pasto fresco y de la compañía. Sin embargo, a medida que pasaban los días, las ovejas empezaron a notar algo extraño.
"¿Por qué esa oveja tiene tanto hambre? Come más que todas nosotras juntas" - murmuró otra oveja.
El lobo, al escuchar esto, sintió que su disfraz ya no podía ocultar su verdadera naturaleza. Tenía que actuar rápido.
"Es porque estoy creciendo. ¡Y soy muy activa!" - dijo el lobo, forzando una risa.
Un día, decidió organizar un juego para integrarse aún más con las ovejas.
"¡Chicas! ¿Qué les parece un juego de escondidas?" - sugirió el lobo.
Las ovejas se entusiasmaron y comenzaron a jugar. Pero el lobo, en lugar de contar, se escondió detrás de unos arbustos y planeó algo mientras observaba a las ovejas divertirse.
Fue entonces cuando Mabel lo descubrió.
"¡Te encontré! ¡No eres una oveja! Eres un lobo disfrazado" - exclamó Mabel, sorprendida.
Las demás ovejas se acercaron rápidamente y se agruparon en un rincón, asustadas.
"¡No, esperen!" - gritó el lobo, aun sin el disfraz. "No soy peligroso. Solo quería ser parte de su grupo. Al verlos tan felices, me sentí solo y quise ser como ustedes."
Las ovejas se miraron entre sí, un poco menos asustadas. Mabel, que siempre había sido la más valiente, se acercó al lobo.
"Pero, ¿por qué no dijiste la verdad desde un principio?" - preguntó Mabel, con curiosidad.
El lobo, con una voz suave, respondió:
"Tenía miedo de que no me aceptaran. Siempre he sido el malo de la historia, y por eso pensé que debía actuar como alguien que no soy."
Las ovejas se dieron cuenta de que el lobo no tenía una intención maliciosa, solo deseaba pertenecer a algo.
"No necesitamos que seas alguien más para aceptarte. Cada uno de nosotros es especial a su manera" - dijo Mabel, con una sonrisa.
El lobo se sintió aliviado y agradecido por la comprensión de las ovejas. Acordaron que podrían jugar y compartir momentos sin ningún disfraz, cada uno con su propia identidad.
Desde ese día, el lobo y las ovejas formaron una hermosa amistad. Juntos aprendieron que la verdadera aceptación viene de ser honestos y de mostrarse tal cual uno es.
Y así, el lobo ya no deseó ser oveja, sino que se sintió feliz siendo el lobo que era, en compañía de sus nuevas amigas, disfrutando del prado y aprendiendo cada día el valor de la amistad.
FIN.