El Lobo y el Bosque de Frutos
En un hermoso bosque encantado, donde los árboles susurraban secretos y los ríos reían, vivía un lobo muy especial llamado Luno. Luno no era un lobo común, ya que había decidido ser vegetariano y su comida favorita eran los frutos que colgaban de los árboles. Papas, cerezas, moras y hasta duraznos—Luno adoraba explorar el bosque en busca de nuevos sabores.
Un día, mientras Luno recorría el bosque, se encontró con su amiga, la ardillita llamada Lila.
"¡Hola, Luno! ¿Has probado las moras de la colina? Son las más dulces de todo el bosque!" - le dijo Lila, saltando emocionada.
"¡No! Aún no las he probado. Estoy en una aventura para encontrar la fruta más deliciosa de todas." - respondió Luno con una sonrisa.
Lila, curiosa, decidió acompañarlo en su búsqueda. Juntos, caminaron por prados llenos de flores, saltaron riachuelos y se adentraron en el bosque profundo. En su viaje notaron que no solo buscaban frutas, sino que también hacían nuevos amigos: un pájaro cantor llamado Pipo y una tortuga sabia, llamada Tara.
"¡Hola, amigos!" - saludó Pipo desde la rama de un árbol.
"¿Qué están haciendo?" - preguntó Tara con su voz pausada.
"¡Buscamos las moras más dulces!" - dijo Lila emocionada.
"¿Por qué no vienen con nosotros a la gran fiesta de frutas?" - sugirió Pipo. "Duran todo el verano y hay frutas de todo tipo!"
Intrigados por la idea de la fiesta, Luno y Lila decidieron no sólo buscar las moras, sino también asistir a la celebración. Así que se unieron a Pipo y Tara, y juntos se dirigieron a la gran fiesta.
Cuando llegaron, el lugar era un festín de colores y aromas: mesas llenas de frutas frescas, conejitos saltando, y música que hacía bailar a todos. Luno miró emocionado todo lo que había a su alrededor.
"¡Miren todas esas frutas!" - gritó.
De repente, Luno se dio cuenta de que esos deliciosos frutos no solo venían de la naturaleza, sino que también eran compartidos por todos los amigos del bosque.
"Yo creo que debemos compartir esto con otros," - dijo Luno, recordando a los animales que vivían más lejos y que tal vez no tendrían la misma abundancia.
Así que decidieron armar una canasta enorme con un montón de frutas y partieron hacia el otro lado del bosque donde vivía un grupo de animales que raramente veían.
Como Luno y sus amigos se acercaban a la casa de los otros animales, no todos estaban contentos con la llegada de nuevos visitantes. Había un zorro llamado Zeke que siempre se mostraba celoso y desconfiado.
"¿Quiénes son ustedes? No los hemos visto aquí antes," - gruñó el zorro.
"¡Somos Luno y sus amigos! Traemos frutas para compartir!" - explicó Lila con una gran sonrisa.
"Pero no necesitamos ayuda" - dijo Zeke, cruzando los brazos.
Luno se sintió triste por la respuesta del zorro, pero recordó lo que había aprendido en su viaje: a ser paciente y amable.
"Entiendo que no quieran nuestra ayuda, pero queríamos hacer amigos y compartir nuestro hallazgo. Quizá un poco de fruta les haga sentir mejor." - dijo.
Zeke, tomando un poco de distancia, se dio cuenta de que al mirar las frutas deliciosas que traían sus nuevos amigos, su curiosidad empezó a superar su desconfianza.
"Bueno, tal vez unas moras no harían daño..." - murmuró el zorro.
Luno, Lila, Pipo y Tara sonrieron, y juntos compartieron un festín de frutas que llenó los corazones de todos. A medida que disfrutaban, Zeke empezó a relajarse y a hablar con ellos, lo que ayudó a que se formara un lazo especial entre todos.
La fiesta se convirtió en un evento recurrente: cada semana, los animales de todos los rincones del bosque se reunían para compartir frutas, historias y risas. Luno entendió que lo más importante no era solo encontrar las frutas más dulces, sino compartir la alegría, la amistad y el amor en la comunidad.
Desde ese día, el bosque encantado se convirtió en un lugar donde todos, sin importar sus diferencias, podían disfrutar juntos de lo que la naturaleza les ofrecía. Y Luno, el lobo amante de los frutos, se ganó un lugar especial en el corazón de todos sus amigos.
Y así, el lobo y sus amigos vivieron felices, creando un bosque donde la generosidad y la amabilidad florecían junto a los frutos.
FIN.