El Lobo y el Niñito en la Plaza



Había una vez un niñito llamado Lucas que vivía en un barrio lleno de risas y juegos. Un soleado día de primavera, Lucas decidió ir a la plaza del barrio para jugar con sus amigos. La plaza estaba llena de árboles, flores y, sobre todo, de niños riendo y corriendo.

Mientras Lucas exploraba la plaza, se encontró con un curioso lobo que estaba observando desde detrás de un árbol.

"¿Qué haces ahí, lobo?" - preguntó Lucas, con una mezcla de sorpresa y valentía.

"Estaba buscando algo para comer, pero no me gusta la comida de siempre," - respondió el lobo con una voz amistosa.

Lucas frunció el ceño. No quería que el lobo comiera a ningún niño que jugara en la plaza. Entonces se le ocurrió una idea.

"¿Por qué no vienes a jugar con nosotros en lugar de comer?" - sugirió Lucas, mirando al lobo con una sonrisa.

"¿Jugar? Yo no sé jugar. Soy un lobo grande y nadie quiere jugar conmigo" - dijo el lobo, bajando su cabeza.

"No eres tan diferente a nosotros. Todos podemos aprender a jugar juntos. Ven, yo te enseño!" - insistió Lucas.

El lobo, sorprendido por la amabilidad de Lucas, salió de detrás del árbol. Al principio, los otros niños se asustaron al verlo, pero Lucas se acercó a ellos.

"Es solo un lobo que quiere jugar. No le tengan miedo!" - exclamó Lucas, mientras extendía su mano hacia el lobo.

Con un poco de duda, los niños se acercaron. Pronto, Lucas propuso un juego de escondidas. El lobo, aunque un poco torpe, comenzó a correr y a reírse por primera vez.

"Este juego es divertido!" - gritó el lobo mientras se escondía detrás de un arbusto.

A medida que pasaba el tiempo, los niños comenzaron a darse cuenta de que el lobo no era tan aterrador como pensaban. Se rieron y jugaron juntos, y el lobo se sintió feliz de tener nuevos amigos.

Pero, de repente, el lobo se detuvo. Miró a Lucas y dijo:

"Lucas, gracias por mostrarme que puedo jugar. Sin embargo, aún no he comido nada y tengo hambre."

Lucas pensó por un momento y luego tuvo otra idea.

"¿Y si hacemos una merienda juntos? Podemos compartir galletitas y frutas!" - sugirió con entusiasmo.

El lobo sonrió.

"Eso suena delicioso!" - respondió.

Lucas llevó al lobo y a todos sus nuevos amigos a un rincón de la plaza, donde pusieron mantas en el suelo y comenzaron a sacar la comida. Todos compartieron sus bocadillos y, para sorpresa del lobo, la comida era mucho mejor que cazar.

"¡Esto es riquísimo! No sabía que podía disfrutar de esta manera!" - exclamó el lobo mientras comía.

Al final de la tarde, el lobo se sintió lleno y feliz, rodeado de sus nuevos amigos. Desde ese día, el lobo no solo dejó de pensar en comer niños, sino que también se convirtió en un compañero de juegos. Cada tarde, Lucas y sus amigos esperaban ansiosos la llegada del lobo a la plaza.

"Nunca imaginé que hacer amigos podía ser tan delicioso" - le dijo el lobo a Lucas.

"A veces, compartir es mucho mejor que lo que imaginamos" - respondió Lucas, sonriendo.

Y así, el lobo y los niños aprendieron a valorar la amistad y a compartir momentos especiales. La plaza se llenó de risas, juegos y la certeza de que, a veces, los amigos pueden llegar de los lugares más inesperados.

FIN.

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