El lobo y el niño del bosque
Había una vez un niño llamado Lucas que vivía en un pequeño pueblo al borde de un gran bosque. Lucas era muy curioso y siempre soñaba con aventuras emocionantes. Un día, decidió explorar el bosque que tanto había escuchado de sus abuelos, así que se armó con una mochila llena de bocadillos y salió a la aventura.
Mientras caminaba, Lucas admiraba los altos árboles y escuchaba el canto de los pájaros. De repente, escuchó un crujido entre los arbustos. Con un poco de miedo y mucha curiosidad, se acercó a ver qué era. Y para su sorpresa, se encontró cara a cara con un lobo.
El lobo no parecía feroz, sino más bien triste. Tenía unos ojos grandes y amables.
"Hola, pequeño", dijo el lobo con una voz suave. "No tengas miedo. No voy a comerte. Soy Lobo Leo y me siento muy solo."
"Hola, Leo", respondió Lucas, un poco asustado pero también intrigado. "¿Por qué estás solo?"
"Porque todos me temen y no quieren jugar conmigo. Solo ven a mí cuando están asustados, pero nunca para ser amigos."
Lucas, al ver que el lobo se sentía solo, decidió acercarse un poco más.
"No deberías estar triste. Todos merecemos tener amigos. ¿Te gustaría jugar conmigo?"
El lobo levantó la mirada sorprendido.
"¿De verdad quieres jugar conmigo?"
"Sí, claro. ¿Qué te gustaría hacer?"
El lobo sonrió y decía:
"Podemos correr entre los árboles o jugar a las escondidas."
Y así, Lucas y Leo comenzaron a jugar. Corrieron, rieron, escondieron y se divirtieron como nunca. El bosque resonaba con sus risas. Lucas se dio cuenta de que el lobo era un gran amigo y no el monstruo que había imaginado.
Después de un rato, decidieron descansar bajo un gran roble. Lucas miraba hacia abajo y se dio cuenta de que en su mochila aún le quedaban algunos bocadillos.
"Hola, Leo, ¿quieres un poco de mi almuerzo?"
"¡Por supuesto!"
Lucas sacó una manzana y un sándwich de su mochila y compartió con su nuevo amigo. Mientras comían, comenzaron a hablar sobre sus sueños y aspiraciones.
"Yo quisiera ser un gran aventurero y explorar el mundo", dijo Lucas.
"Y yo quisiera demostrarle a todos que no soy peligroso, que puedo ser un buen amigo", contestó Leo.
De repente, escucharon un ruido fuerte y asustaron a las aves que estaban cerca. Era un grupo de niños que venían a jugar, y cuando vieron a Lucas con Leo, se detuvieron.
"¡Miren! ¡El niño está con un lobo!" exclamó uno de los niños.
"¡Es peligroso! ¡Salí corriendo!" gritó otro.
Lucas rápidamente se levantó y se acercó a ellos.
"¡Es un buen amigo! Leo no me haría daño. ¡Está jugando conmigo!"
Los niños miraron a Leo con desconfianza.
"Pero, ¡es un lobo!"
"No todos los lobos son malos", les explicó Lucas. "A veces, solo necesitan una oportunidad. Leo es amable y juguetón. ¡Vengan!"
Con algo de miedo, uno de los niños se acercó.
"¿De verdad te llevas bien con él?"
"¡Sí! ¡Miren!"
Lucas le dio la mano a Leo, y el lobo movió la cola, mostrando que estaba feliz.
Poco a poco, más niños se acercaron y comenzaron a jugar juntos. El bosque se llenó de risas y alegría.
Al final del día, cuando el sol comenzó a ocultarse, Lucas se despidió de Leo. Estaba muy contento de haber hecho un nuevo amigo.
"Gracias por un día maravilloso, Leo. Te prometo que volveré a jugar contigo."
"¡Yo también estaré aquí! Eres el mejor amigo que he tenido."
Lucas volvió a su casa con una gran sonrisa, recordando su nuevo amigo y la lección que había aprendido: no todos los que parecen diferentes son peligrosos, a veces solo necesitan un poco de amor y comprensión.
Desde ese día, Lucas y Leo se hicieron inseparables, y el bosque se convirtió en un lugar de amistad y aventuras donde todos los niños podían jugar sin miedo. Y así, la historia del niño y el lobo se volvió legendaria en el pueblo, recordando a todos que, a veces, los amigos más inesperados son los mejores.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
FIN.