El lobo y la manada de ovejas
Érase una vez un lobo llamado Lucho que vivía en un bosque lleno de árboles altos y frondosos. Aquel día, Lucho despertó con un estómago ruidoso y un hambre feroz. Su mirada se posó sobre un grupo de ovejas que pastaban tranquilamente cerca del río. Sin pensarlo, se acercó sigilosamente, convencido de que iba a tener un festín.
"¡Qué delicia!", pensó el lobo mientras se acercaba. Su corazón latía con emoción ante la idea de comer.
Pero, en el momento en que estaba a punto de saltar hacia ellas, escuchó una voz que provenía de detrás de un arbusto.
"Lucha por tus sueños, no por llenar tu estómago", decía un pequeño zorrito llamado Zuri, que había observado toda la situación.
"¿Qué?", respondió Lucho, sorprendido. "¿Acaso tú no te mueres de hambre?".
"Claro que sí, pero hay formas y formas de conseguir comida. A veces, la solución no está en atacar", explicó Zuri, acercándose un poco más al lobo.
Lucho se detuvo, confundido. "Pero tengo hambre ahora. Necesito comer y no tengo tiempo para reflexionar".
Zuri pensó y luego dijo: "¿Y si buscamos juntos? Quizás podamos encontrar algo más fácil de cazar o incluso comida que no implique lastimar a nadie".
El lobo, aún indeciso, decidió darle una oportunidad a esa idea. "Está bien, voy a escucharte", aceptó Lucho, sintiéndose un poco más ligero.
Juntos comenzaron a explorar el bosque. Mientras seguían caminando, Lucho aprendió sobre las bayas, los frutos y los insectos que podía comer.
"Mirá, esas son moras. Son riquísimas y muy nutritivas", dijo Zuri, señalando unas moras brillantes en un arbusto.
Lucho probó una y se sorprendió de lo buena que estaba, incluso mejor que lo que había imaginado al pensar en las ovejas.
"Estoy comiendo sin hacer daño a nadie. ¡Esto es genial!", exclamó el lobo, sintiéndose feliz.
Mientras seguían buscando, encontraron un arroyo lleno de pececitos nadando.
"Podemos intentar pescar", sugirió Zuri. A Lucho no le gustaba la idea, ya que nunca había pescado, pero se animó. Juntos, se ingeniaron una trampa y, sorprendentemente, lograron atrapar un pez pequeño.
"¡Lo logramos!", gritó Lucho, demasiado emocionado.
Después de un día de aventuras, Lucho se sentía satisfecho. Se dio cuenta de que no tenía que ser agresivo para tener lo que necesitaba.
"Gracias por mostrarme que hay otras maneras de conseguir comida", dijo el lobo a Zuri.
"Siempre hay soluciones más creativas, Lucho. La violencia no es la respuesta y, además, puedes ganar más amigos así", respondió Zuri, sonriendo.
Desde entonces, Lucho y Zuri se hicieron muy buenos amigos. El lobo no solo aprendió a buscar comida de maneras más amables, sino que también se volvió conocido en el bosque como "el lobo gourmet".
Y así, todos los animales del bosque aprendieron que hay formas de satisfacerse sin herir a otros. Uno nunca sabe lo que se puede encontrar viendo el mundo desde otra perspectiva.
Y desde aquel día, además de disfrutar de su nuevo estilo de vida, Lucho siempre compartía su comida con Zuri y todos los animales que conocía, convirtiéndose no solo en un mejor cazador, sino también en un gran amigo.
FIN.