El lobo y los tres amigos



Había una vez un hermoso bosque, lleno de árboles altos y frondosos, donde vivía un lobo solitario. Este lobo, a pesar de su aspecto feroz, no era malo en absoluto.

Solo quería encontrar amigos con quienes jugar y divertirse. Un día soleado, mientras el lobo paseaba por el bosque, escuchó risas y voces de niños que se acercaban. Se emocionó mucho al pensar que finalmente tendría compañeros para jugar.

El lobo decidió esconderse detrás de unos arbustos para observar a los pequeños. Los niños eran tres: Martín, Sofía y Valentina. Eran muy curiosos y les encantaba explorar la naturaleza. Mientras caminaban por el bosque, tropezaron con algo en el suelo.

- ¡Miren lo que encontré! -exclamó emocionada Valentina mientras levantaba un objeto extraño del suelo. Era una vieja caja de madera con inscripciones borrosas. Los niños no sabían qué había dentro ni quién podría haberla dejado allí.

- ¿Qué creen que haya adentro? -preguntó Martín con curiosidad. - No lo sé... Tal vez sea un tesoro perdido -respondió Sofía entusiasmada. Decidieron abrir la misteriosa caja juntos y descubrieron que estaba llena de libros antiguos.

- ¡Libros! -exclamaron al mismo tiempo los tres amigos sorprendidos. Ellos nunca habían visto tantos libros juntos antes. Uno de ellos tenía una etiqueta dorada que decía "La historia del bosque encantado". - ¡Ese tiene que ser el más interesante! -dijo Martín emocionado.

Los niños se sentaron alrededor de la caja y comenzaron a leer en voz alta. A medida que avanzaban en la historia, descubrieron los secretos del bosque y las maravillas que había dentro de él.

Poco a poco, el lobo se acercó sigilosamente para escuchar mejor lo que leían los niños. Quedó fascinado por las historias mágicas y llenas de aventuras. - ¿Quién está ahí? -preguntó Sofía asustada al notar la presencia del lobo.

El lobo salió de su escondite lentamente, con una mirada suplicante en sus ojos. - No tengan miedo... Yo solo quería escuchar sus historias. Soy un lobo solitario, pero siempre he soñado con tener amigos con quienes jugar y divertirme -dijo el lobo tímidamente.

Martín, Sofía y Valentina no sabían si debían confiar en el lobo o no. Pero recordaron lo que habían aprendido en la historia del bosque encantado: "No juzgues a alguien por su apariencia".

- Bienvenido, amigo lobo -dijo Valentina extendiendo su mano hacia él-. Nosotros también estábamos buscando un amigo con quien compartir nuestras aventuras. El lobo saltó de alegría y aceptó la amistad de los niños sin dudarlo.

Juntos exploraron cada rincón del bosque encantado, descubriendo criaturas mágicas e innumerables tesoros escondidos. Con el tiempo, el lobo no era más un animal solitario, sino parte de una verdadera familia. Los niños y el lobo se cuidaban mutuamente y compartían risas y juegos todos los días.

Y así, gracias a la curiosidad de unos niños valientes y la amistad inesperada con un lobo solitario, descubrieron que las apariencias pueden engañar y que siempre hay espacio para la amistad en los lugares menos esperados.

El bosque encantado se convirtió en su hogar feliz, donde juntos vivieron muchas aventuras llenas de amor, respeto y compañerismo.

Y esta historia nos enseña que nunca debemos juzgar a alguien por su apariencia o estereotipos, ya que podemos encontrar amigos maravillosos donde menos lo esperamos.

FIN.

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