El Loro Estridente y la Fiesta de Verano
Era un brillante día de verano en la Universidad Parque Tardanza, un lugar donde los estudiantes siempre tenían algo interesante que hacer. La universidad contaba con un hermoso parque lleno de árboles, flores y un lago resplandeciente. En el centro, había una gran plaza donde los estudiantes solían reunirse para charlar y disfrutar el sol.
Un grupo de amigos, compuesto por Sofía, Fernando y Valentina, estaba ansioso por organizar una gran fiesta de verano para todos los estudiantes.
"¡Tenemos que hacer la mejor fiesta de todas!", dijo Sofía emocionada.
"Sí, deberíamos hacerla en el parque y contar con música y juegos", sugirió Fernando.
"¡Y comida! No puede faltar la comida", añadió Valentina con una gran sonrisa.
Con mucho entusiasmo, los amigos comenzaron a movilizarse. Cada uno se encargó de una tarea: Sofía haría una lista de invitados, Fernando conseguiría la música y Valentina se ocuparía de la comida. Sin embargo, había un pequeño problema: el querido loro del parque, Loro Ramiro, tenía la costumbre de entrometerse en los planes.
Cuando el grupo estaba por confirmar la fiesta, se escuchó un estruendoso:
"¡Cuidado! ¡Cuidado!". Era Ramiro volando en círculos sobre ellos.
Todos se miraron perplejos. Ramiro siempre estaba muy animado y no podía resistir la oportunidad de tener atención.
"¿Qué pasa, Ramiro?", preguntó Fernando.
"¡Fiesta! ¡Fiesta! ¡Quiero estar en la fiesta!", chilló el loro, lleno de energía.
"¿Podemos contar contigo para animar el evento?", propuso Valentina.
"¡Sí, sí! Voy a ser el mejor animador! ”, cantó Ramiro mientras hacía giros en el aire.
Aunque Ramiro era muy divertido, también era muy travieso. Sus travesuras podían arruinar cualquier planificación. Los amigos compartieron miradas nerviosas, pero decidieron darle una oportunidad.
El día de la fiesta llegó y el parque estaba deslumbrante. Todos los estudiantes empezaron a llegar, traían comida y música. Sofía, Fernando y Valentina estaban felices, pero nerviosos.
"¿Ramiro ya llegó?", preguntó Valentina.
"No lo sé, pero ojalá no haga ningún desastre", respondió Sofía.
"Todo saldrá bien, confía", dijo Fernando animándolas.
De repente, el loro apareció volando y aterrizó en una de las mesas.
"¡Hola a todos! ¡Listos para bailar!" gritó Ramiro, y todos los estudiantes rieron.
"Contémosles sobre el concurso de baile que vamos a hacer más tarde", sugirió Sofía.
"¡Gran idea!", exclamó Ramiro, "Yo puedo ser el juez de baile!".
La fiesta fue maravillosa. Bailes, risas y juegos llenaron el parque. Sin embargo, mientras Ramiro animaba a todos con sus trucos, comenzó a volar demasiado bajo y de repente, ¡se llevó una bandeja de pasteles!"¡Ramiro! ¡Devuélveme esos pasteles!", gritó Valentina entre risas mientras corría detrás del loro.
"¡Nunca! ¡Son míos!", contestó Ramiro riendo y zambulléndose entre los árboles.
Las risas eran contagiosas y todos se unieron a la carrera tras el loro. En vez de enojarse, decidieron divertirse juntos, formando un pelotón que corría detrás del loro.
Fue un recuerdo que cada uno llevaría en su corazón. Después de unos minutos, Ramiro se cansó y dejó caer los pasteles, que resultaron estar intactos. Así que todos celebraron comiendo y riendo con la anécdota.
Al final del día, mientras todos se sentaban a descansar y compartir la merienda, Sofía dijo:
"Vieron, a veces las cosas no salen como las planeamos, pero lo importante es cómo las manejamos juntos".
Fernando asintió y concluyó:
"Sí, y lo que importa son los momentos que compartimos. ¿Quién se acuerda de los pasteles ahora?".
El loro Ramiro, que también se había sentado cerca, intervino:
"¡Así es! ¡Y yo siempre estaré aquí para hacer que cada día sea especial!".
Esa noche, todos se fueron a casa sonriendo, con la certeza de que la amistad y los momentos compartidos son más valiosos que cualquier pastel. Desde entonces, el Loro Ramiro se convirtió en parte del equipo de eventos de la universidad, siempre trayendo alegría y diversión a cada fiesta.
Y así, el verano en la Universidad Parque Tardanza se llenó de nuevas historias, carcajadas y un loro estridente que, sin quererlo, inspiró a todos a disfrutar cada momento.
Fin.
FIN.