El loro que era un buen amigo pero que le gustaba el vino tinto



En un pequeño pueblo, había un loro llamado Pablo. Pablo era un loro colorido y charlatán, querido por todos los niños del lugar. Siempre estaba dispuesto a jugar y contar historias, pero había un pequeño detalle que los adultos preferían ignorar: Pablo tenía una extraña inclinación por el vino tinto. Los niños, felices de tener como amigo a un loro tan especial, inventaron un juego en el que Pablo se convertía en el rey de los cuentos.

Un día soleado, los niños decidieron que querían llevar a Pablo a un picnic en el parque. Al llegar, prepararon una manta grande y comenzaron a sacar comidas ricas de sus mochilas.

"¡Pablo, ven a probar esta torta de chocolate!" - gritó Lucho, el más pequeño del grupo.

Pero antes de que Pablo pudiera responder, su ojo se posó sobre una botella de vino tinto que uno de los adultos había olvidado en el césped. Pablo sintió un gran anhelo.

"¡Mmm, qué olor tan delicioso!" - masculló Pablo mientras se acercaba a la botella.

Los niños, que nunca antes lo habían visto tan concentrado, le gritaron:

"¡No, Pablo! Eso no es para vos. ¡Es para grandes!"

Pablo, un poco desilusionado pero también curioso, se volvió para ver lo que estaba pasando. Entonces, su amigo Tomás, que había estado pensando, dijo:

"¿Y si hacemos un juego? Podríamos hacer de cuenta que el vino tinto es un brebaje mágico. Si logramos que no lo pruebe, tal vez podamos hacerle una sorpresa: un brebaje de frutas que él sí pueda tomar."

Todos se pusieron a trabajar en la idea. Reunieron fresas, uvas, y un poco de soda. Mientras tanto, Pablo, haciendo su mejor esfuerzo por ignorar la botella de vino, comenzó a contar una historia sobre una selva llena de árboles de frutas mágicas. Todos se rieron y disfrutaron del momento, olvidándose de la botella.

Sin embargo, un poco más tarde, al hacer un descuido, Pablo decidió que él también quería explorar la botella de vino. Cuando se acercó, poco le faltó para asomarse a la tapa, cuando Lucho lo detuvo.

"¡Alto, Pablo! ¿No te das cuenta de que eso no es bueno para vos?"

Pablo, sorprendido, preguntó:

"¿Pero por qué no puedo probarlo? Todos lo hacen en las fiestas."

Tomás, con una mirada seria, le explicó:

"El vino es para adultos porque creo que puede hacer que no estén atentos a sus responsabilidades. Además, ¡no es para tu pancita de loro! ¡Podés volver a hacer locuras!"

Pablo, reflexionando, comprendió que ser un buen amigo también significaba cuidar de sí mismo. Así que volvió con los niños, quienes estaban terminando de hacer el brebaje de frutas.

"¿Y si lo probamos juntos?" - sugirió Lucho. Todos asintieron con entusiasmo.

Los niños tomaron un sorbo del jugo de frutas. Pablo dio su aprobación con un giro en su pico, pero muy atento y con curiosidad.

"¡Esto es delicioso!" - exclamó Pablo emocionado.

Desde ese momento, Pablo decidió que preferiría siempre los deliciosos jugos de frutas que los niños preparaban con tanto cariño, porque realmente sabían lo que era bueno para él. Así, el loro se convirtió en un defensor de las frutas.

Al regresar al pueblo, Pablo ya no se sintió tentado por el vino. En su lugar, experimentó con los jugos que creaban juntos y los grandes momentos que compartían.

A partir de entonces, Pablo se volvió el loro más divertido del pueblo, organizando picnics donde sólo había frutas y risas. Los niños aprendieron no solo sobre la amistad, sino también sobre la importancia de hacer elecciones saludables, compartiendo siempre momentos especiales rodeados de risas y buen humor.

Y así, el loro que era un buen amigo, no solo llenó sus días de aventura con los niños, sino que también se volvió un querido embajador de los jugos de frutas, asegurándose de ser siempre un loro feliz y saludable con sus mejores amigos.

FIN.

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