El loro que predice el futuro



En un pueblito de la campiña argentina, vivía Pedro, un joven emprendedor que se dedicaba a cuidar animales. Un día, Pedro encontró un loro muy especial, que según decía, podía predecir el futuro cuando hablaba. Emocionado por la posibilidad de cambiar su vida, decidió vender el loro a un rico caballero que pasaba por el pueblo.

- ¡Señor, tengo algo que le va a interesar! - exclamó Pedro al caballero. - Tengo un loro que puede predecir el futuro cuando habla.

El caballero, intrigado, miró al loro con curiosidad y finalmente aceptó la oferta de Pedro, entregándole 10.000 pesos en monedas.

El caballero llevó al loro a su lujosa mansión, emocionado por las posibilidades que se abrían ante él. Se dedicó a enseñarle frases y preguntas para obtener información sobre su futuro. El loro, con su voz chillona, comenzó a predecir eventos con una precisión increíble, convirtiéndose en el centro de atención en todas las reuniones del caballero.

Sin embargo, a medida que pasaba el tiempo, el caballero notó que las predicciones del loro comenzaron a perder su exactitud. Preocupado, decidió ir a buscar a Pedro para preguntarle qué estaba sucediendo.

- Pedro, el loro ya no predice el futuro con la misma certeza de antes. ¿Qué le sucede? - preguntó el caballero, con evidente preocupación.

Pedro, con una sonrisa en el rostro, le explicó al caballero que el loro en realidad no podía predecir el futuro, pero que su habilidad para observar y comprender las situaciones le permitía hacer suposiciones acertadas. Pedro le reveló al caballero que la verdadera lección que el loro le brindaba era la importancia de la observación, el análisis y la empatía para comprender mejor el mundo que nos rodea.

El caballero, aunque inicialmente decepcionado, finalmente entendió el valioso mensaje que el loro y Pedro le estaban enseñando. A partir de ese momento, se propuso desarrollar esas habilidades en sí mismo. Aprendió a observar, a escuchar y a comprender a los demás, convirtiéndose en una persona más sabia y comprensiva. Y el loro, a pesar de no predecir el futuro, siguió siendo un miembro apreciado de la mansión del caballero, recordándoles a todos la valiosa lección que habían aprendido.

FIN.

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