El Loro y el Perro Aventureros
En un pequeño pueblo rodeado de verdes colinas y arroyos cristalinos, vivían un loro llamado Pablo y un perro llamado Max. Pablo era un loro vibrante de plumas verdes y rojas, conocido por su inteligencia y sus coloridas historias. Max, por su parte, era un perro de grandes sueños, con un pelaje marrón y una cola que nunca dejaba de mover.
Un día, mientras Pablo cuenta historias sobre llamas voladoras y tesoros ocultos, Max le dijo:
"Pablo, ¿no sería increíble ir en una aventura en busca de un tesoro?"
Pablo, entusiasmado, respondió:
"¡Claro que sí! Podemos buscar el tesoro escondido de la colina del dragón. Dicen que está lleno de perlas y piedras preciosas."
Así fue como, con una mochila llena de galletas y un mapa dibujado a mano, comenzaron su aventura. Pero no todo sería fácil. Mientras comenzaban su camino, se encontraron con un río caudaloso que debían cruzar.
"¿Cómo vamos a cruzar?" preguntó Max, mirando las aguas turbulentas.
Pablo pensó un momento y dijo:
"Tengo una idea. ¡Voy a volar y buscar un lugar más seguro para cruzar!"
Pablo voló alto y, después de algunos minutos de búsqueda, vio un tronco caído que podía servir como puente.
"¡Encontré una forma! Vení por acá, Max!" gritó Pablo desde el aire.
Cuando cruzaron el río, llegaron a un misterioso bosque. Los árboles eran altos y las sombras eran largas. Max empezó a sentirse un poco nervioso.
"Pablo, ¿qué pasa si nos perdemos aquí?"
"No te preocupes, Max. Si nos mantenemos juntos y seguimos el mapa, ¡no hay forma de perdernos!"
Después de un rato de caminar, descubrieron un claro donde había un grupo de pájaros cantores.
"¡Hola! ¿Saben dónde podemos encontrar el tesoro de la colina del dragón?" preguntó Pablo.
Uno de los pájaros, muy amistoso, respondió:
"Sí, pero deben saber que en el camino habrá retos. Está el dragón, que es muy celoso de su tesoro. Pero, si son valientes y trabajan juntos, podrán superar cualquier obstáculo."
Con renovada esperanza, continuaron su camino. Al alejarse del bosque, se encontraron con una cueva oscura. Un resplandor provenía de su interior.
"Max, ¿te animás a entrar?"
"¡Vamos! No puedo quedarme atrás... aunque estoy un poco asustado..."
En el interior de la cueva, encontraron al dragón. Era enorme, pero en lugar de rugir, el dragón estaba llorando.
"¿Qué te pasa, amigo dragón?" preguntó Pablo.
El dragón, sorprendido de que un loro y un perro se preocupen por él, respondió:
"Tengo tanto oro y piedras preciosas, pero me siento muy solo. Nadie quiere ser mi amigo por miedo a mí."
Max, sintiendo compasión, le dijo:
"No debés estar solo. ¿Qué tal si te contamos historias y jugamos juntos? También podemos compartir el tesoro."
El dragón, sorprendido por la oferta, sonrió por primera vez.
"¿De verdad lo harían?"
"¡Claro!" gritaron ambos al unísono.
Así, Pablo y Max pasaron la tarde contando historias y jugando con el dragón. Descubrieron que él tenía un gran corazón, y el dragón, a cambio de su amistad, decidió compartir su tesoro con ellos.
Al salir de la cueva, Pablo y Max miraban con felicidad las perlas y las piedras brillantes. Pero en el fondo sabían que lo más valioso de esa aventura habían sido las amistades que hicieron.
"Fue una gran aventura, Pablo. Y lo mejor de todo es que encontramos un amigo en el dragón. "
"Sí, Max. Aprendimos que compartir y hacer amigos es el verdadero tesoro. ¡Vayamos a contar nuestras historias al pueblo!"
Y así, nuestros amigos aventureros regresaron a su hogar, no solo con un saco de tesoros, sino con el corazón lleno de alegría, y con la promesa de muchas más aventuras por venir.
FIN.