El Maestro Víctor y su Transformación



Había una vez en un pequeño pueblo llamado Villa Feliz, un maestro muy querido por todos los niños. Se llamaba Víctor y siempre estaba sonriente, dispuesto a enseñar y ayudar a sus alumnos en todo lo que necesitaran.

Un día, mientras Víctor daba clases de matemáticas, uno de sus alumnos, Lucas, le jugó una broma pesada.

Le puso tiza en la silla y cuando Víctor se sentó ¡zas! ¡Terminó con el pantalón blanco lleno de tiza! Víctor se enojó mucho. Tanto que algo extraño comenzó a ocurrir: su piel se volvió verde y escamosa, sus uñas crecieron largas y afiladas, y dos colmillos sobresalieron de su boca.

¡Se había convertido en un monstruo! Los niños gritaron asustados y salieron corriendo del salón de clases. Víctor intentaba hablarles para calmarlos, pero su voz sonaba gutural y aterradora. "¡Por favor chicos, no tengan miedo! Soy yo, el maestro Víctor", decía con dificultad.

Pero los niños no lo reconocían y pensaban que era un monstruo real que venía a atacarlos. Víctor se sintió muy triste al ver cómo sus alumnos huían asustados por culpa de su enojo descontrolado.

Decidió salir del pueblo para no causar más miedo entre la gente. Durante días vagó solo por el bosque cercano al pueblo, tratando de encontrar una solución para volver a ser como antes. Hasta que un día encontró una cabaña donde vivía una anciana sabia llamada Doña Rosa.

"¿Qué te ha pasado joven?", preguntó la anciana al ver a Víctor tan diferente. Víctor le contó toda su historia y Doña Rosa entendió que aquel monstruo era en realidad el buen maestro Víctor transformado por la ira.

Doña Rosa preparó una poción especial con ingredientes mágicos recolectados en el bosque y le dijo a Víctor:"Para curarte debes aprender a controlar tu ira.

La próxima vez que sientas rabia piensa en algo bonito o cuenta hasta diez antes de reaccionar". Víctor tomó la poción con esperanza y decidió regresar al pueblo para enfrentar su error y pedir perdón a sus alumnos.

Cuando llegó al colegio, los niños aún tenían miedo de él pero poco a poco fueron reconociendo al amable maestro detrás de aquella apariencia monstruosa. Víctor les contó sobre la lección que aprendió gracias a Doña Rosa y les prometió trabajar en controlar su temperamento para nunca más asustarlos.

Los niños vieron sinceridad en las palabras de Víctor e decidieron darle otra oportunidad. Juntos trabajaron duro para recuperar la confianza perdida. Día tras día, Víctor demostraba ser nuevamente el maestro bueno onda del que todos disfrutaban aprender.

Y cada vez que sentía la ira acechando recordaba las palabras sabias de Doña Rosa: "La verdadera fuerza está en controlarse a uno mismo".

Y así fue como Victor aprendió una valiosa lección sobre el poder del autocontrol y cómo nuestras acciones pueden afectarnos tanto a nosotros mismos como a quienes nos rodean.

FIN.

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