El mágico invento de Juan



Había una vez en un pequeño pueblo de Argentina, un niño llamado Juan. Juan era un niño muy curioso y creativo, siempre estaba pensando en inventos y nuevas ideas para divertirse.

Un día, mientras recorría el mercado del pueblo, Juan encontró una vieja máquina de hacer chicles en una tienda de antigüedades. La máquina estaba algo oxidada y parecía no funcionar, pero a Juan se le iluminaron los ojos al verla.

- ¡Qué maravilla! ¡Esta máquina de hacer chicles será mi próximo proyecto! - exclamó Juan emocionado. Juan compró la máquina con sus ahorros y corrió a su casa para ponerse manos a la obra.

Pasó horas limpiando, arreglando y probando diferentes ingredientes hasta que finalmente logró que la máquina funcionara. Al día siguiente, invitó a sus amigos al parque para mostrarles su increíble invento. Todos estaban asombrados al ver cómo la máquina producía chicles de todos los colores y sabores imaginables.

- ¡Esto es genial, Juan! ¿Puedo probar uno? - preguntó Martina, una de las amigas de Juan. - ¡Claro que sí! Elige tu sabor favorito - respondió Juan con una sonrisa.

Los niños pasaron toda la tarde divirtiéndose con los chicles que hacía la máquina de Juan. Pero pronto descubrieron algo sorprendente: cada chicle tenía un mensaje escrito en su envoltorio. - ¡Miren esto! Mi chicle dice "Nunca dejes de soñar" - dijo Pedro emocionado.

- El mío dice "La creatividad está en todas partes" - agregó Valentina mostrando su chicle. Juan explicó que había programado la máquina para imprimir mensajes positivos en cada chicle como una forma de inspirar a quienes los disfrutaran.

Los niños quedaron impresionados por la generosidad y creatividad de su amigo. Días después, el pueblo entero hablaba sobre los maravillosos chicles de Juan y su increíble mensaje detrás de cada uno.

La noticia llegó incluso a oídos del dueño de una gran fábrica de dulces que quedó fascinado por el ingenio del joven inventor. El dueño decidió invitar a Juan a trabajar con él para desarrollar nuevos productos y seguir compartiendo mensajes positivos con el mundo.

Y así, gracias a su pasión, creatividad y bondad, Juan logró convertir su pequeña idea en algo mucho más grande e inspirador. Desde entonces, todos en el pueblo recordaron aquella lección importante: nunca subestimar el poder transformador que puede tener un pequeño acto creativo cargado de bondad.

Y todo comenzó con un niño llamado Juan y su increíble maquina de hacer chicles llenos no solo sabores dulces sino también mensajes edificantes para todos aquellos dispuestos a recibirlos.

FIN.

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