El mágico mundo de las formas y los movimientos
Había una vez, en un pueblito lleno de colores, un grupo de niños que amaban jugar en el parque. Entre ellos, se destacaba Sofía, una nena llena de energía que soñaba con ser una gran bailarina. Pero había un problema: Sofía se sentía un poco torpe y se caía con frecuencia, lo que la desanimaba y la hacía dudar de sus habilidades.
Un día, mientras jugaban, apareció un personaje extraño: un anciano con una larga barba blanca y un sombrero que parecía de otro mundo. "¡Hola, pequeños! Soy el Maestro MovimienToso", dijo el anciano con una sonrisa. "He venido a mostrarles el mágico mundo de las formas y los movimientos".
Los niños miraron entusiasmados y le preguntaron al Maestro MovimienToso qué era eso de las formas y los movimientos.
"¡Ah! -exclamó él- Cuando jugamos, bailamos y nos movemos, estamos usando nuestra psicomotricidad, que es el mágico vínculo entre nuestro cuerpo y nuestro cerebro. ¡Es hora de aprender!".
"¿Psicomotricidad? -repitió Sofía, un poco confundida- ¿Eso se come o se puede bailar con eso?".
"Es aún mejor que eso, Sofía. ¡Ven, síganme!", dijo el Maestro MovimienToso. Todos los niños lo siguieron a un claro en el parque donde había un montón de materiales: pelotas, cintas, almohadones y aros.
"Vamos a jugar al juego de las formas primero -propuso el anciano-. Todos deben usar la imaginación. Si yo digo 'círculo', todos tienen que formar un círculo con sus cuerpos. ¡Uno, dos, tres!".
Rápidamente, los niños se pusieron en círculo, riendo y disfrutando del momento. Sofía, emocionada, sintió que su cuerpo respondía bien.
"¡Muy bien! Ahora, 'triángulo' -continuó el Maestro-. ¡Hagan un triángulo!". Sofía se movió rápidamente, viendo cómo sus amigos formaban la figura con entusiasmo.
Pero de repente, alguien tropezó y cayeron todos al suelo, riendo como locos.
"¡Ups! -dijo el Maestro MovimienToso-. A veces, jugar es también aprender a levantarse. Sofía, ¿quieres intentar levantarte con un movimiento de baile?".
Sofía, un poco nerviosa, asintió y se puso de pie con una pirueta, haciendo reír a todos.
"¡Eso fue genial! -gritó uno de sus amigos-. ¿Puedo intentarlo también?".
Pronto, todos estaban tratando de levantarse de la forma más divertida posible. Aquel día aprendieron sobre las figuras, pero también sobre la importancia de levantarse y no rendirse.
El Maestro MovimienToso propuso otro juego: "Luz y Sombra". "Cuando yo diga 'luz', todos deben moverse y bailar, pero cuando diga 'sombra', deben quedase quietos como estatuas. ¡Vamos!".
Los niños comenzaron a saltar y girar con alegría cuando escucharon 'luz', pero se quedaban en silencio al oír 'sombra'. Sofía, con tanto movimiento, empezó a sentirse más segura y decidió que no iba a tener miedo de caerse.
"¡Tengo una idea! -gritó Sofía cuando el juego terminó-. ¿Por qué no hacemos una presentación de baile al final del día para mostrar lo que aprendimos?". Su propuesta emocionó a todos, y empezaron a preparar un espectáculo con los movimientos que habían aprendido.
Sin embargo, mientras ensayaban, Sofía sintió miedo otra vez. "¿Y si me caigo? Yo no soy una buena bailarina...". Y cuando llegó el momento de la presentación, sus piernas temblaban.
"Sofía, todos aquí somos tus amigos, y lo más importante es divertirse -la alentó el Maestro MovimienToso-. No te preocupes por caerte; si eso pasa, solo ríete y comienza de nuevo. ¡Esa es la magia de moverse sin miedo!".
Sofía decidió que, a pesar de su miedo, iba a intentar. Y así fue como, con un poco de nervios, se unió al baile con sus amigos. En un momento, tropezó, ¡y fue justo al ritmo de la música! En vez de sentir vergüenza, empezó a girar y se reía junto a todos. Pronto, la risa se convirtió en aplausos.
Al final del día, el Maestro MovimienToso sonrió y les dijo: "La psicomotricidad nos enseña a creer en nuestras habilidades y a disfrutar cada movimiento. Recuerden, ¡nunca hay que dejar de jugar! , y no importa si caen, lo que cuenta es cómo se levantan".
Desde ese día, Sofía nunca más dudó de sus movimientos. No solo aprendió a bailar, sino que también se dio cuenta de que lo importante era disfrutar y compartir momentos con sus amigos, sin importar si se caía. Y así, cada vez que sentía que iba a caer, simplemente sonreía y decía: “¡A bailar otra vez! ”.
El Maestro MovimienToso desapareció como vino, dejando detrás de sí un grupo de niños que nunca olvidaría el mágico mundo de las formas y los movimientos, y mucho menos la valiosa lección de nunca rendirse.
FIN.