El mágico mundo de los libros
Había una vez, en un pequeño barrio de Buenos Aires, un niño llamado Lucas. Lucas era un chico curioso y lleno de energía, pero había algo que no le gustaba: leer. Prefería jugar en la plaza con sus amigos que abrir un libro. Su mamá, doña Rosa, siempre le decía:
"Lucas, la lectura es como un pasaporte a nuevos mundos. Te lleva a lugares que nunca imaginarías."
"Pero mamá, prefiero jugar afuera," respondía Lucas, mientras corría tras un balón.
Un día, mientras jugaba, Lucas se encontró con su vecina, doña Clara, una abuela siempre alegre que solía contar historias. Ella lo miró con una sonrisa y le dijo:
"Hola, Lucas. ¿Sabías que los libros pueden ser tan entretenidos como el fútbol? Te invito a la biblioteca del barrio. Hay un mundo entero ahí dentro, te lo aseguro."
"¿Biblioteca? No sé, abuela Clara. Suena aburrido."
"Dame una oportunidad. Te prometo que no te arrepentirás."
Movido por la curiosidad, Lucas aceptó la invitación y la siguió. Al llegar a la biblioteca, se asombró al ver estanterías llenas de libros de todos colores y tamaños.
"¡Wow! ¿Todo esto son libros?" dijo Lucas, intrigado.
"Sí, cada uno tiene una historia que contar. Busca uno que te guste."
Lucas se acercó a una estantería y eligió un libro con una portada brillante. Se sentaron en un rincón, y doña Clara comenzó a leer:
"Érase una vez un niño que descubrió la fuerza de la amistad a través de sus aventuras…"
Lucas escuchaba con atención, y poco a poco se fue enganchar cada vez más con la historia. Cuando doña Clara terminó de leer, Lucas le dijo emocionado:
"¡Quiero leer el siguiente capítulo!"
"Entonces, ¿qué tal si lo llevas a casa?" propuso doña Clara.
Lucas nunca había pensado en llevar un libro a casa. Esa noche, se imaginó cómo sería la vida del niño del cuento. Así comenzó su aventura con la lectura. Cada día, Lucas visitaba a doña Clara, quien le recomendaba nuevos libros.
"¿Te gustó el último, Lucas?" preguntó la abuela una tarde.
"¡Sí! Aprendí sobre la valentía y la importancia de ayudar a otros!"
"Ves, cada libro te enseña algo muy valioso."
Poco a poco, Lucas fue dejando de lado un poco el fútbol y se dedicó a descubrir historias y personajes nuevos. Luego, un día se encontró con un libro sobre un famoso jugador de fútbol que también era lector.
"¡Abuela Clara! ¡Te prometo que leeré esto!" dijo Lucas con entusiasmo.
"¡Claro! El fútbol y los libros pueden ir de la mano. ¿Ves cómo la lectura te ayuda a conocer a otros?"
Un giro inesperado llegó cuando, un mes después, Lucas decidió participar en un concurso de lectura en la escuela.
"Nunca pensé que llegaría a esto," le contó a doña Clara nervioso. "No tengo mucha confianza para hablar frente a la clase."
"Recuerda lo que has aprendido a través de los libros. Ellos te han dado hoy las palabras. Tienes una voz, úsala."
El día del concurso, Lucas subió al escenario y, con un temblor, comenzó a compartir lo que había aprendido. Cuando terminó, sus compañeros lo aplaudieron con entusiasmo.
"¡Felicidades, Lucas!" le dijeron.
"Gracias, pero fue el cuento el que me ayudó a hablar. La lectura me ha enseñado tanto."
Al final del año, Lucas se dio cuenta de que no solo había descubierto el valor de los libros, sino que también había hecho nuevos amigos en su clase que compartían su amor por la lectura.
"¿Vamos a la biblioteca juntos la próxima semana?" sugirió a sus amigos.
"¡Sí!" respondieron todos.
Y así, Lucas se convirtió en un amante de los libros, disfrutando no solo de las historias, sino también de las amistades que habían surgido a partir de su nueva pasión. Desde aquel día en que visitó la biblioteca con doña Clara, la lectura se volvió su gran aventura, y cada libro era un nuevo viaje al que se sumaba con alegría y entusiasmo.
Y así, el pequeño Lucas aprendió que los libros no solo son herramientas de aprendizaje, sino que también son puentes hacia nuevas amistades y aventuras en la vida real. Desde entonces, en lugar de huir de los libros, felizmente los abría, sabiendo que cada página lo llevaría a un nuevo mundo lleno de posibilidades.
FIN.