El mágico viaje de Lila y Rosita


Érase una vez, en un escritorio lleno de colores y aventuras, vivían dos grandes amigas: la lapicera Lila y su inseparable compañera, la regla Rosita. Juntas habían vivido muchas aventuras creativas y siempre se apoyaban mutuamente.

Pero un día triste, mientras intentaban dibujar una hermosa obra de arte, algo inesperado ocurrió. Lila estaba emocionada por el nuevo proyecto que tenían entre manos. Quería dibujar un arcoíris lleno de colores vibrantes para alegrar el día de todos.

Sin embargo, al hacer un trazo muy fuerte con su punta afilada, Lila sintió cómo algo se rompía en su interior. - ¡Ay! ¡Rosita, me duele mucho! - exclamó Lila con lágrimas en sus ojitos.

- Tranquila amiga mía, todo estará bien. Vamos a buscar ayuda - respondió Rosita con preocupación. Juntas decidieron ir a ver al sabio Sacapuntas Don Ernesto para pedirle consejo sobre lo que había pasado.

Don Ernesto era conocido por ser el experto en reparaciones y soluciones creativas del escritorio. Cuando llegaron frente a la puerta del taller de Don Ernesto, tocaron tímidamente. El sabio sacapuntas los recibió con una sonrisa cálida y les preguntó qué les había ocurrido.

- Mi querido sacapuntas Don Ernesto - comenzó a explicar Rosita-, nuestra querida amiga Lila ha sufrido un accidente interno mientras intentábamos crear un hermoso arcoíris. Don Ernesto examinó detenidamente a Lila y dijo:- No te preocupes, querida Lila.

Solo necesitas un poco de tiempo para sanar. Pero mientras tanto, podemos buscar una solución temporal para que puedas seguir siendo útil.

El sabio sacapuntas tomó su cinta adhesiva mágica y envolvió con cuidado el cuerpo de Lila, asegurándose de protegerla en cada vuelta. - Ahora estarás bien por un tiempo, pero recuerda no hacer trazos muy fuertes - advirtió Don Ernesto. Lila se sintió aliviada y agradecida por la ayuda del sabio Sacapuntas.

Aunque no estaba del todo curada, seguía siendo capaz de escribir y dibujar con precaución. Los días pasaron y Lila extrañaba poder ser completamente libre como antes. Pero ella era valiente y nunca perdió las esperanzas. Sabía que algún día estaría completamente reparada.

Un buen día, mientras paseaban por el escritorio en busca de aventuras, encontraron al lápiz Pablo en apuros. Había perdido su goma de borrar y no podía corregir sus errores.

- ¡Oh no! Sin mi goma de borrar, nunca podré terminar mis dibujos - lamentó Pablo. Lila miró a Rosita con una sonrisa traviesa e hizo una propuesta:- Rosita, ¿y si le prestamos mi punta afilada a Pablo? Así podría corregir sus errores hasta encontrar una nueva goma de borrar.

Rosita asintió emocionada ante la idea brillante de su amiga:- ¡Claro que sí! Eres realmente ingeniosa, amiga mía. Lila y Rosita se acercaron a Pablo y le ofrecieron su ayuda. El lápiz, agradecido por la generosidad de sus amigas, aceptó emocionado.

Desde ese día, Lila encontró una nueva forma de ser útil mientras se curaba. Ayudaba a corregir los errores de los demás y disfrutaba cada momento compartido con sus amigos.

Los días pasaron y llegó el tan esperado momento en el que Lila fue completamente reparada por Don Ernesto. Estaba lista para volver a ser la lapicera creativa y llena de colores que siempre había sido.

Lila abrazó emocionada a todos sus amigos del escritorio, quienes celebraron su regreso con alegría y aplausos. Ahora sabía que no importa cuán difíciles sean los obstáculos en la vida, siempre habrá una solución si estás rodeado de amorosos amigos dispuestos a ayudarte.

Y así, Lila siguió creando hermosos arcoíris llenos de colores vibrantes junto a su fiel amiga Rosita, recordando siempre el valor de la amistad y la importancia de apoyarse mutuamente en los momentos difíciles. Fin.

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