El Mago de Fantasía



En un mundo mágico, donde los castillos flotaban entre nubes de colores y los ríos estaban llenos de música, vivía un joven mago llamado Tomás. Su sueño era convertirse en el hechicero más poderoso de todo el reino de Fantasía. Sin embargo, Tomás no tenía un poder especial; solo contaba con su ingenio y muchas ganas de aprender.

Un día, mientras exploraba el jardín del castillo de su abuela, se encontró con un viejo libro polvoriento. La tapa decía: "El secreto de la verdadera magia". Tomás, intrigado, comenzó a leer. En sus páginas descubrió que la magia más poderosa no era la de los hechizos, sino la amistad y el trabajo en equipo.

"¿Qué es esto? ¡¿Amistad? ! ¿No se supone que debo lanzar rayos y volar sobre dragones?" – se preguntó Tomás mientras fruncía el ceño.

Decidido a demostrar que la magia del poder era la única que importaba, Tomás se inscribió en una competencia de magia en el castillo. El premio sería el título de Mago Supremo, un sueño que tenía desde pequeño.

El día de la competencia, Tomás llegó emocionado, pero se dio cuenta de que todos los participantes eran talentosos y tenían poderes increíbles. Había una chica llamada Sofía que podía hacer que las flores crecieran en un instante, y un chico llamado Leo que podía mover montañas con solo chasquear los dedos. Tomás se sintió pequeño y poco especial.

"¿Cómo podré competir con ellos?" – murmuró para sí mismo, sintiendo que todo estaba perdido.

La primera prueba fue crear un espectáculo de luces. Tomás, dando lo mejor de sí, hizo lo que pudo. Las luces surgieron de su varita, pero no eran tan impresionantes como las de los otros. Sofía y Leo lo miraron con compasión, pero no se burlaron de él.

"No te preocupes, Tomás. A veces, lo más simple es lo que más impacta." – le dijo Sofía, sonriendo.

Al escucharla, Tomás comprendió que estaba dejando las cosas más importantes de lado. Mientras su mente se llenaba de dudas, decidió cambiar. Usando su ingenio, ideó un plan: unírlos a todos en una última prueba en la que tendrían que colaborar para crear una ilusión mágica.

La generación de la ilusión requirió de las habilidades de cada uno. Sofía aportó el crecimiento de flores que llenaron el espacio de colores, mientras que Leo movió pequeñas colinas para crear un paisaje impresionante. Tomás, con su creatividad, organizó todo el espectáculo, creando una historia que unía a todos ellos.

"Juntos, ¡hacemos magia!" – gritó Tomás mientras la ilusión cobraba vida.

La alegría y la belleza del espectáculo hicieron que todos se fusionaran en aplausos. Nunca antes la audiencia había visto una presentación tan única y conmovedora. Al final del día, el jurado decidió otorgarles el primer premio no a solo uno, sino a todos ellos.

"¡No hay un solo Mago Supremo en Fantasía! ¡Todos nosotros lo somos!" – exclamó Tomás, emocionado.

Desde entonces, Tomás aprendió que el verdadero poder de la magia radica en la amistad y la unión para lograr algo grande juntos. Y así, él y sus nuevos amigos continuaron creando maravillas en el reino de Fantasía, enseñando a todos que, a veces, la magia más pura se encuentra en el corazón.

Tomás, Sofía y Leo se convirtieron en un equipo inseparable, y cada día era una nueva aventura llena de risas y colores. El castillo, una vez solo un lugar de competencias, se transformó en un hogar para todos los jóvenes aspirantes a magos que deseaban aprender el verdadero significado de la magia.

Y así, en el mágico reino de Fantasía, las luces nunca dejaron de brillar, y la verdadera magia floreció en cada rincón, gracias a la amistad y el trabajo en equipo.

FIN.

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