El Mago de las Risas


Milo vivía en una pequeña y acogedora madriguera en medio del bosque encantado. Todos los días, salía a recorrer el pueblo con su sombrero puntiagudo y su varita mágica, listo para hacer reír a todos con sus bromas.

Un día, mientras Milo caminaba por el mercado del pueblo, vio a un grupo de animales tristes y desanimados.

Se acercó corriendo y preguntó preocupado:-¡Hola amigos! ¿Por qué están tan tristes? El conejito Timoteo respondió con voz apagada:-Es que estamos aburridos. No hay nada divertido que hacer en este pueblo. Milo se puso su sombrero pensativo y dijo:-Bueno, ¡eso no puede ser! Como mago especialista en bromas, es mi deber hacerlos reír. Déjenme pensar un momento...

Después de unos instantes de concentración, Milo tuvo una idea brillante. Corrió hacia la panadería del señor Gustavo y le pidió prestada una enorme bolsa llena de harina.

Luego, se dirigió al parque donde todos los animales estaban reunidos esperando ansiosos para ver qué tenía planeado Milo. -Con ustedes... ¡la Gran Explosión de Harina! -gritó Milo emocionado. Alzando su varita mágica, hizo un gesto elegante y...

¡BOOM! La bolsa de harina explotó llenando el aire de nubes blancas y polvorientas. Los animales comenzaron a reírse sin parar mientras la harina caía sobre ellos como nieve. -¡Eso fue increíble, Milo! -exclamó la ardilla Rosita mientras se sacudía la harina de su pelaje-.

¡No puedo recordar la última vez que me divertí tanto! Milo sonrió satisfecho y dijo:-Eso no es todo. Tengo muchas más bromas en mi sombrero mágico.

¿Quién quiere ser el próximo en reír? Así, Milo comenzó a organizar diferentes juegos y travesuras para hacer reír a los animales del pueblo encantado. Organizó carreras de caracoles, concursos de saltos con hojas secas y hasta hizo aparecer un río de chocolate para que todos pudieran disfrutarlo.

Poco a poco, el pequeño pueblo encantado se llenó de risas y alegría gracias a las bromas divertidas de Milo. Los animales dejaron atrás su aburrimiento y encontraron una nueva forma de pasar su tiempo libre.

Un día, cuando Milo estaba descansando en su madriguera después de un largo día lleno de risas, escuchó un golpeteo en la puerta. Al abrir, vio al conejito Timoteo con una sonrisa enorme en su rostro.

-¡Milo! ¡Hemos decidido nombrarte el mago oficial del pueblo encantado! Gracias a ti, todos hemos encontrado la felicidad y diversión que estábamos buscando. Eres nuestro héroe. Milo sintió una gran emoción al escuchar estas palabras.

No importaba si sus trucos no eran asombrosos como los demás magos, lo importante era haber hecho feliz a los habitantes del pueblo con sus bromas. Desde ese día, Milo siguió recorriendo el pueblo encantado con su sombrero puntiagudo y su varita mágica, haciendo reír a todos con sus ocurrencias.

Y así, el pequeño zorrito demostró que la risa puede ser la magia más poderosa de todas.

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