El Mago del Aire
En un hermoso día soleado, el mago Joaquín se encontraba en un avión camino a la ciudad de Magilán, donde iba a dar su espectacular show de magia. Joaquín era conocido por su habilidad para hacer desaparecer cosas, pero lo que más le gustaba era hacer que la felicidad apareciera en los rostros de los niños.
Mientras miraba por la ventanilla, observaba las nubes como si fueran montañas de algodón. De repente, el avión empezó a temblar un poco. Joaquín sonrió y pensó que era solo el aire jugando con el avión. Pero luego, un fuerte ruido hizo que todos los pasajeros se asustaran.
- ¡Ay, no! ¿Qué está pasando, capitán? - gritó una señora con su perro en brazos.
- Tenemos algunos problemas mecánicos, pero estamos trabajando en ello - respondió el capitán con voz serena.
Joaquín sabía que debía tranquilizar a los pasajeros. Se levantó de su asiento con su varita mágica de estrellas brillantes y se acercó a los niños.
- ¡Chicos! - llamó con alegría - Aprovechemos este momento para hacer magia. ¡Invoquemos la calma!
Los niños lo miraron con curiosidad.
- ¿Cómo hacemos eso, señor mago? - preguntó una niña con trenzas.
- Primero, vamos a imaginar que somos nubes suaves. Cuando respiremos profundo, ¡nos volvemos ligeros y felices! - propuso Joaquín.
Así que todos juntos, los niños respiraron hondo y comenzaron a imaginarse flotando como nubes. Joaquín volvió a hacer un gesto con su varita, y les pidió que se imaginaran un lugar hermoso, lleno de colores. Las risas comenzaron a llenarlo todo y, poco a poco, la tensión fue disminuyendo.
En ese momento, el capitán hizo un anuncio:
- Todos, mantengan la calma. Estamos ajustando el rumbo, pero necesitamos su ayuda para seguir tranquilos.
- ¡Sí, capitán! - exclamó Joaquín - Les contaré un truco mientras el capitán se asegura de que todo esté bien. ¿Quieren aprender a hacer aparecer una sonrisa?
Los niños asintieron con entusiasmo. Joaquín les enseñó a hacer un gesto con las manos, como si estuvieran atrapando la luz del sol, y al abrirlas, debían sonreír grande.
- ¡Uno, dos, tres! - gritaron juntos mientras hacían el gesto.
Pero, de repente, el avión hizo un gran movimiento y un pasajero se cayó de su asiento. Joaquín recordó que la magia no solo estaba en su varita, sino también en ayudar a los demás. Voló hacia el pasajero y, con un toque de su varita, hizo aparecer un globo de helio que flotó hacia el techo del avión.
- Aquí tienes, amigo. Este globo te hará sentir mejor - dijo Joaquín sonriendo.
Todos los pasajeros comenzaron a reírse y el ambiente se iluminó de alegría. El capitán anunció que el problema había sido resuelto y que aterrizarían pronto. El mago, satisfecho, volvió a su asiento mientras los aplausos llenaban la cabina del avión.
Cuando aterrizaron, los pasajeros se pusieron de pie y aplaudieron.
- ¡Gracias, mago Joaquín! - gritaron los niños.
- Ustedes son los verdaderos magos por haber mantenido la calma en la tormenta - respondió Joaquín.
Y así, el mago no solo realizó su show de magia en Magilán, sino que también se ganó el cariño de todos los que viajaban con él, recordando siempre que, incluso en momentos difíciles, la magia de la sonrisa y el apoyo mutuo puede hacer la diferencia.
FIN.