El Mago del Bosque Encantado



Había una vez, en un hermoso bosque encantado, un mago llamado Olmo. Olmo no era un mago cualquiera; podía hacer que los árboles hablaran, que las flores cantaran y que los ríos danzaran. Pero a pesar de sus poderes extraordinarios, había algo que Olmo no podía conseguir: el amor.

Un día, mientras un rayo de sol iluminaba su cabaña, Olmo se sentó bajo un frondoso roble y vio cómo las mariposas revoloteaban alegremente entre las flores. Pero en lugar de alegría, su corazón se llenó de tristeza.

"¿Por qué, si puedo hacer tantas cosas maravillosas, no puedo encontrar a alguien que me quiera?" - se lamentó Olmo, dejando caer lágrimas sobre el suave musgo.

Entonces, de entre las raíces del roble, emergió una pequeña criatura mágica llamado Bruma. Tenía alas de colores brillantes y una sonrisa que iluminaba los rincones más oscuros del bosque.

"No llores, querido mago. No necesitas magia para encontrar el amor. A veces, lo que buscamos está más cerca de lo que pensamos" - dijo Bruma.

Olmo, intrigado, secó sus lágrimas y miró a Bruma.

"¿Qué haces tú para encontrar amigos?" - preguntó.

Bruma, entusiasmada, levantó sus alas y respondió:

"Yo vuelo por todo el bosque, comparto mis historias y escucho las de otros. El amor comienza por ser un buen amigo. Tal vez deberías intentarlo."

Olmo decidió seguir el consejo de su nueva amiga. Entonces, se puso a trabajar. Usó su magia para preparar una gran fiesta en el corazón del bosque. Preparó luces brillantes con el resplandor de las estrellas, hizo aparecer un banquete de manjares deliciosos y llenó el aire con melodías encantadoras.

A medida que invitaba a todos los seres del bosque, desde los más pequeños hasta los más grandes, empezó a sentir un cosquilleo en su corazón. Se dio cuenta de que no necesitaba buscar el amor en soledad; podía crear momentos mágicos y hacer que los demás se sintieran especiales.

La noche de la fiesta llegó, y los animales, las criaturas mágicas y los árboles se reunieron en el claro. Todos bailaban y reían bajo la luz de la luna. Fue entonces cuando Olmo se dio cuenta de que había creado algo hermoso: un sentido de comunidad.

"¡Este es un momento maravilloso!" - exclamó Olmo, sintiendo la calidez de la felicidad a su alrededor.

Al final de la fiesta, cuando los invitados comenzaron a irse, una suave voz interrumpió sus pensamientos.

"Hola, Olmo. Me alegra que hayas decidido compartir tu magia. Soy Lila, la Diosa de los Sueños y el Amor."

Olmo, sorprendido, hizo una reverencia ante la majestuosa figura que se presentaba frente a él.

"¿Diosa de los Sueños y el Amor?" - preguntó con admiración.

"Sí, querido mago. Te he observado y veo que has aprendido a dar amor y amistad, lo cual es más poderoso que tu magia. Por eso, voy a concederte un deseo."

Olmo, pensando en todo lo que había vivido, decidió que su deseo no era tener amor solo para él, sino que deseaba que todos en el bosque aprendieran a sentir y dar amor.

"Deseo que este bosque siempre sea un lugar donde todos se sientan amados y aceptados, sin importar quiénes sean" - declaró Olmo.

La diosa sonrió, y sus ojos brillaron como estrellas.

"Tu deseo es noble, y así será. El amor florecerá aquí como nunca antes."

Con un gesto de su mano, el bosque se llenó de luces brillantes y suaves melodías. Desde ese momento, el bosque encantado se convirtió en un lugar donde todos eran bienvenidos y se sentían queridos. Olmo ya no se sentía solo, había encontrado el verdadero amor: el amor por su comunidad.

Con el tiempo, el mago se convirtió en un símbolo de unión en el bosque, y con alegría observó cómo, al brindar su amistad, también le llegó el amor que había estado buscando.

Finalmente, aprendió que a veces no se necesita magia para encontrar lo que uno quiere; solo se necesita un poco de amor y la disposición de darlo. Y así, todos vivieron felices en su bosque encantado, donde el amor creció eternamente.

FIN.

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