El Mago, Sus Nietos y la Galleta Mágica



Era un soleado día de primavera cuando el Mago Tadeo decidió invitar a sus dos nietos, Clara y Mateo, a pasar la tarde en su mágico taller. El taller estaba lleno de frascos brillantes, libros polvorientos y, por supuesto, la famosa galleta mágica que había estado guardando desde hacía muchos años. La galleta tenía un misterioso envoltorio dorado y Tadeo siempre les decía:

"Esta galleta es especial. Puede hacer que los deseos se cumplan, pero solo si se usa con buen corazón".

Clara, la mayor, estaba fascinada.

"¿Cómo funciona, abuelo?" preguntó, con sus ojos brillando de curiosidad.

"La galleta tiene un poder único, pero hay que usarla con responsabilidad. Si alguien la utiliza para hacer un deseo egoísta, puede que el resultado no sea lo que esperan".

Mateo, el más pequeño y travieso, no podía esperar más.

"¡Quiero probarla, abuelo!" exclamó, estirando sus manos hacia la galleta.

Tadeo sonrió, pero antes de entregársela, les propuso un juego.

"Primero, hagamos una búsqueda del tesoro. Si logran encontrar tres ingredientes mágicos en el taller, les daré un trocito de galleta para que lo prueben".

Los niños comenzaron a buscar por todos lados, buscando en los frascos y detrás de los libros mientras el abuelo los observaba y sonreía. Tras un rato, Clara encontró un frasco con polvo de estrellas.

"¡Mirá, abuelo! Encontré polvo de estrellas".

Mateo no se quedó atrás. Abrió un libro muy antiguo y descubrió una hoja seca de un árbol que crece en el cielo.

"¡Esto debe ser mágico!" dijo entusiasmado.

Finalmente, Clara encontró una pluma de un pájaro que canta en arcoíris.

"¡Tenemos todos los ingredientes!" gritaron al unísono.

Tadeo, orgulloso de sus nietos, les entregó un trozo de la galleta mágica.

"Ahora, piensen bien en su deseo".

Clara tomó la delantera:

"Yo deseo poder volar como los pájaros".

Mateo, entusiasmado, hizo su deseo también:

"Yo quiero un castillo de chocolate".

Con un gran gesto, Tadeo les permitió probar un pedacito de la galleta. Ambos sintieron una oleada de energía. De repente, Clara comenzó a levitar.

"¡Mira, abuelo! ¡Estoy volando!" gritó, sorprendida y emocionada.

Pero al poco tiempo, se dio cuenta de que no podía controlar su vuelo.

"¡Ayuda! ¡No puedo bajar!".

Tadeo rápidamente les recordó la importancia de la responsabilidad.

"Recuerda que esta magia es poderosa, pero también puede ser peligrosa si no la controlamos. Piensa en cómo puedes hacerlo de forma segura".

Clara cerró los ojos y se concentró en bajar lentamente mientras Mateo, todavía con su castillo en mente, comenzó a saltar, imaginando que era un chef de chocolate.

"¡Yo quiero más galletas!" gritó, sumido en su entusiasmo.

Al escuchar eso, la galleta en su mano comenzó a transformarse. Pero en lugar de un castillo, apareció una cocina llena de ingredientes para hacer galletas.

"¡Pero, eso no es lo que quería!" se quejó Mateo, triste.

Tadeo se acercó a consolarlo.

"A veces, lo que más necesitamos no es lo que deseamos, sino aprender a disfrutar de lo que ya tenemos".

Mateo, reflexionando, miró a su alrededor y vio la cocina mágica llena de opciones para hacer galletas.

"Tal vez pueda hacer galletas para compartir con mis amigos".

Clara, todavía levitando y con una sonrisa, se acercó a su hermano y le dijo:

"Podemos hacer galletas voladoras, ¡así podrán volar todos!".

Ambos comenzaron a reírse y a trabajar juntos en la cocina mágica, creando formas y colores para sus galletas voladoras. Al final, lograron hacer un montón de galletas, cada una con un toque especial.

Cuando regresaron al suelo, los tres, abuelo y nietos, celebraron su trabajo. Tadeo los miró con orgullo.

"Hoy aprendieron que el verdadero poder de la magia no está solo en los deseos, sino en compartir, crear y disfrutar juntos".

Desde entonces, Clara y Mateo se dieron cuenta de que pequeñas acciones pueden traer grandes alegrías, y siempre recordaron compartir las galletas con quienes más querían.

FIN.

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