El mago y el niño mágico
Había una vez un viejo mago llamado Don Isidro, que vivía en un pequeño pueblo rodeado de bosques. Todos los niños del lugar lo admiraban por sus increíbles trucos y hechizos.
Un día, mientras paseaba por el bosque en busca de nuevas hierbas mágicas, Don Isidro se encontró con una cueva misteriosa. Sin pensarlo dos veces, decidió adentrarse en ella para explorarla.
Pero lo que no sabía era que esa cueva estaba habitada por murciélagos gigantes y hambrientos. Cuando el viejo mago entró a la cueva, los murciélagos salieron volando rápidamente y rodearon a Don Isidro. El pobre mago quedó atrapado en medio de aquellos murciélagos tan grandes como buitres.
- ¡Ayuda! ¡Socorro! -gritaba Don Isidro mientras intentaba protegerse con su varita mágica. Pero los murciélagos eran muy rápidos y esquivaban todos los hechizos que el viejo mago lanzaba. Parecía que no había salida para él.
En ese momento apareció Mateo, un niño valiente y curioso del pueblo quien también tenía habilidades mágicas pero aún no las dominaba completamente. - ¡Tranquilo, Don Isidro! ¡Voy a ayudarte! -gritó Mateo mientras sacudía su varita mágica tratando de ahuyentar a los murciélagos.
Los murciélagos se alejaron momentáneamente debido al ruido repentino causado por Mateo, pero pronto volvieron a rodear al viejo mago. - Mateo, necesitamos un plan. Estos murciélagos son muy astutos y rápidos -dijo Don Isidro con preocupación.
Mateo miró a su alrededor y vio una pequeña cueva escondida detrás de unas rocas. Rápidamente, le indicó al viejo mago que lo siguiera hacia allí. - Don Isidro, vamos a refugiarnos en esa cueva.
Los murciélagos no podrán entrar debido a su tamaño -explicó Mateo mientras se adentraban en la cueva. Una vez dentro, el viejo mago y el joven aprendiz se sentaron para descansar un poco y pensar en cómo escapar de los murciélagos.
- Creo que si combinamos nuestros poderes mágicos, podremos crear una distracción para confundir a los murciélagos mientras escapamos -sugirió Mateo con determinación. Don Isidro asintió con la cabeza y juntos comenzaron a conjurar hechizos coloridos que llenaron la cueva de luces brillantes y destellos mágicos.
Los murciélagos quedaron deslumbrados por aquel espectáculo inesperado y dejaron de prestar atención al viejo mago y al niño. Aprovechando ese momento de distracción, Don Isidro tomó la mano de Mateo e hicieron una carrera hacia la salida de la cueva.
Corrieron tan rápido como pudieron hasta llegar al exterior del bosque, donde finalmente se sintieron seguros. - ¡Lo logramos! ¡Escapamos de los murciélagos! -exclamó Mateo emocionado. Don Isidro sonrió y abrazó al joven aprendiz.
- Gracias a ti, Mateo, pudimos salir de esa situación tan peligrosa. Eres un mago valiente y astuto. Estoy orgulloso de ti. Desde ese día, Don Isidro y Mateo se convirtieron en grandes amigos y continuaron practicando la magia juntos.
Aprendieron que trabajar en equipo y utilizar su ingenio podían superar cualquier obstáculo que se les presentara.
Y así, el viejo mago Don Isidro y el joven aprendiz Mateo vivieron muchas aventuras mágicas juntos, siempre recordando aquel día en el que escaparon de los murciélagos gracias a su amistad y habilidades mágicas.
FIN.