El Mago y la Luna



En un bosque encantado, donde los árboles susurraban secretos y las flores hablaban con el viento, vivía un mago llamado Elian. Era un mago muy talentoso, capaz de hacer aparecer estrellas en pleno día y hacer que los ríos cantaran melodías suaves. Pero había un sueño que Elian no podía alcanzar: encontrar el amor.

Una noche clara, mientras la luna brillaba con fuerza en el cielo, Elian se sentó bajo su luz plateada y dejó escapar unas lágrimas.

"Ay, luna amiga, ¿por qué es tan difícil encontrar al amor?" - lamentó Elian en voz baja.

La luna, que lo había estado observando con cariño, le respondió. "Oh, querido Elian, no te sientas triste. El amor no siempre llega de la manera que esperamos. A veces, hay que buscarlo en los lugares menos ordinarios".

"Pero he viajado por todo el bosque y nunca he encontrado a nadie que me comprenda" - suspiró el mago.

La luna, con sabiduría, decidió ayudarlo. "Cierra los ojos y utiliza tu corazón. Hay más en la vida que solo buscar amor romántico. A veces, la amistad puede traer más alegría de lo que imaginas".

Inspirado por sus palabras, Elian decidió hacer algo diferente. En lugar de buscar amor, dedicó su tiempo a ayudar a otros en el bosque. Comenzó a organizar fiestas para los animales, creando juegos mágicos y cuentos de hadas que alegraban los corazones de todos.

Un día, mientras organizaba una de sus fiestas, notó a un pequeño zorro que se quedaba apartado, luciendo triste. Se acercó a él.

"¿Qué te pasa, pequeño amigo?" - preguntó Elian.

"No tengo amigos, los otros animales no juegan conmigo porque soy pequeño y diferente" - confesó el zorro con tristeza.

Elian sonrió, sintiendo que esta era una oportunidad para compartir su magia. "No te preocupes, puedo ayudarte. ¡Ven, vamos a jugar!"

Y así, juntos crearon un juego mágico donde el zorro podía usar su agilidad para brillar. Al principio, otros animales miraban con curiosidad, pero pronto se unieron, disfrutando del talento del pequeño zorro.

Esa noche, mientras la luna iluminaba el cielo, Elian se sintió más feliz que nunca. "Mira, luna, he hecho un amigo. ¡El amor puede ser también la amistad!" - exclamó emocionado.

"Sabía que lo descubrirías, querido Elian. La amistad es una forma de amor que siempre hay que cultivar" - respondió la luna.

A medida que pasaban los días, Elian se hizo amigo de muchos otros animales. Con cada nuevo amigo, su corazón crecía y su soledad se desvanecía. Siempre recordaba la importancia de dar y compartir, descubriendo que el amor estaba en todas partes.

Un día, un grupo de pájaros se acercó volando y le dijeron: "Elian, hemos notado lo feliz que eres y queremos hacer algo especial para ti".

Los pájaros, en una hermosa coreografía, organizaron un espectáculo de luces y música para el mago, bailando y cantando en su honor. Elian se sintió más amado que nunca.

"Gracias, amigos. Nunca pensé que el amor pudiera sentirse de esta manera" - les dijo con una gran sonrisa.

Y así, Elian comprendió que el amor no solo viene de una pareja, sino de todos aquellos que nos rodean. Aprendió que al abrir su corazón y ayudar a los demás, había encontrado un amor más grande, un amor que llenaba el bosque encantado de alegría.

Desde ese día, Elian se convirtió en el mago del amor en el bosque, compartiendo su magia de amistad y ayudando a todos a encontrar su propio cariño. Y cada noche, bajo la luz de la luna, sabía que nunca más estaría solo. La luna seguía brillando, pero ahora, tenía más amigos que lo acompañaban en su viaje.

Y así, Elian, el mago del bosque encantado, descubrió que el amor verdadero empieza por dar y compartir.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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