El Mago y sus Nietos con la Galleta Mágica



Era un día soleado en el pequeño pueblo de Villamaravilla. El mago Don Jerónimo vivía en una casita al final de la calle, llena de libros antiguos y pócimas misteriosas. Siempre había tenido un don especial, pero lo que más quería era compartir su magia con sus dos nietos, Sofía y Tomás.

Un día, al regresar del mercado, Don Jerónimo encontró una galleta brillante en su patio. No era una galleta cualquiera; se veía mágica.

"¡Miren lo que encontré!" - exclamó Don Jerónimo, mostrando la galleta a Sofía y Tomás.

"¿Qué tiene de especial?" - preguntó Sofía, escéptica.

"Vamos a averiguarlo" - dijo Tomás, emocionado.

Don Jerónimo dio un mordisco a la galleta y, de repente, una nube de confeti llenó el aire. Sofía y Tomás se cubrieron los ojos por un instante y, cuando los abrieron, se dieron cuenta de que estaban en un lugar completamente diferente: un bosque encantado lleno de criaturas mágicas.

"¡Wow, estamos en un cuento de hadas!" - gritó Sofía.

"Esto es increíble, abuelo. ¿Cómo regresamos?" - preguntó Tomás, un poco asustado.

"No lo sé, pero tengo un plan" - respondió Don Jerónimo mientras sacaba un pequeño libro de recetas mágicas de su bolso.

Juntos, los tres empezaron a explorar el bosque. Pronto se encontraron con un unicornio llorando.

"¿Qué te pasa?" - preguntó Sofía con preocupación.

"He perdido a mi amiga las mariposas, y sin ellas no puedo volar" - sollozó el unicornio.

Don Jerónimo miró a Sofía y Tomás y dijo:

"Si ayudamos al unicornio, quizás podemos encontrar un camino de regreso a casa. ¡Vamos a ayudarlo!"

Sofía y Tomás asintieron y se pusieron manos a la obra. Empezaron a preguntar a los animales del bosque si habían visto a las mariposas. Después de un rato de buscar, un pequeño pájaro se acercó.

"¡He visto las mariposas! Están atrapadas en una telaraña enorme cerca del lago mágico" - chirrió el pájaro.

"¡Démosle la vuelta al lago!" - sugirió Tomás.

Cruzaron el bosque y llegaron al lago mágico. Allí, efectivamente, encontraron a las mariposas atrapadas.

"¡No se preocupen! Vamos a liberarlas" - dijo Sofía mientras intentaba desenredar la telaraña. Pero era muy difícil.

"Vamos a usar la magia de la galleta" - propuso Don Jerónimo. Les dio un pedazo de la galleta mágica y ambos comenzaron a soplar. De repente, la telaraña empezó a brillar y se deshizo.

"¡Lo logramos!" - gritó Tomás emocionado.

Las mariposas comenzaron a volar libremente, agradecidas.

"Gracias, gracias. ¡Ahora puedo volar!" - dijo el unicornio, moviendo su cabeza con alegría.

De repente, el unicornio se iluminó y un camino dorado apareció en el aire.

"Este camino los llevará de vuelta a casa" - dijo el unicornio.

"Pero, ¿y si vuelve a pasar algo así?" - preguntó Sofía, preocupada.

"Siempre que estén dispuestos a ayudar, siempre habrá magia a su alrededor" - dijo el unicornio, guiñando un ojo.

Don Jerónimo y sus nietos tomaron el camino dorado y, en un abrir y cerrar de ojos, estaban en su jardín.

"¡Lo hicimos!" - exclamaron juntos.

De vuelta en casa, Sofía miró la galleta mágica.

"¿Podemos quedarnos con ella para más aventuras?" - preguntó.

"Tal vez sea mejor compartirla con los demás. La magia es más poderosa cuando se comparte" - dijo Don Jerónimo, mientras sonreía.

Y así, el mago y sus nietos aprendieron que lo más mágico no era solo la galleta, sino el valor de la amistad y ayudar a los demás. Desde aquel día, decidieron organizar aventuras en su barrio, donde compartían su magia y ayudaban a quien lo necesitara.

Y así, cada día en Villamaravilla se llenaba de sonrisas, risas y un poco de magia.

FIN.

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