El Mango Mágico de Juanito
Había una vez, en un pequeño pueblo de Colombia, un niño llamado Juanito. Vivía con su abuela en una casita al borde del río, rodeada de árboles frutales. Entre esos árboles, el preferido de Juanito era un gran árbol de mangos que siempre daba los frutos más dulces del pueblo.
Juanito pasaba muchas horas bajo la sombra del árbol. Un día, mientras jugaba, escuchó una voz suave que provenía del mango más grande.
"Hola, Juanito!" - dijo el mango, sorprendiéndolo.
"¿¡Estás hablando! ?" - preguntó Juanito, con los ojos muy abiertos.
"Sí, soy un mango mágico. Necesito tu ayuda para salvar a nuestro pueblo de una gran sequía" - continuó el mango.
Juanito no podía creer lo que escuchaba. "¿Cómo puedo ayudar?" - preguntó curioso.
"Debemos reunir a todos los niños del pueblo y hacer un gran festival para pedir lluvia. Pero primero, debes encontrar tres objetos mágicos que me ayudarán a completar el hechizo" - explicó el mango.
Juanito contaba con sus amigos, así que decidió ir en busca de los objetos. La primera tarea era encontrar el pañuelo rojo que colgaba en el granero de Don Francisco.
"¡Chicos, necesito su ayuda!", dijo Juanito a Susana, Pedro y Carla. "Debemos ir al granero de Don Francisco para buscar un pañuelo rojo".
"Vamos!" - respondieron sus amigos llenos de emoción. Al llegar, encontraron el pañuelo, pero Don Francisco estaba muy triste porque su gallina no ponía huevos desde hacía semanas.
"Si encontramos el pañuelo, ¿nos podría ayudar a buscar la gallina?" - le preguntó Juanito.
"Por supuesto, niño, eso me haría muy feliz" - respondió Don Francisco. Así, todos se unieron para buscar a la gallina, que finalmente encontraron escondida detrás de unos arbustos. Don Francisco estaba agradecido y les dio su bendición para el pañuelo rojo.
Con el pañuelo en mano, Juanito y sus amigos siguieron su viaje. La siguiente tarea era encontrar un espejo roto en casa de la señora Rosa, que siempre contaba historias de la abuela de Juanito y tenía un gran corazón.
"No puedo dejar mi espejo, Juanito, pero lo podemos arreglar juntos" - dijo la señora Rosa cuando llegaron.
"¡Sí! Haremos que brille de nuevo!" - dijo Juanito. Trabajaron en equipo y pronto el espejo ya no era más que un trozo de vidrio roto. En un gesto de gratitud, la señora Rosa decidió darles una pequeña bellota dorada que también era mágica.
Con los dos objetos en su mochila, Juanito y sus amigos se dirigieron hacia el último destino, la cima de una colina. Allí había un brillante cristal que se decía que la madre naturaleza había dejado para los más valientes.
Al llegar, se encontraron con un gran reto: una serpiente guardiana.
"¿Quién osa perturbar mi paz?" - preguntó la serpiente, con voz autoritaria.
"Venimos en busca del cristal. Necesitamos salvar nuestro pueblo de la sequía!" - respondió Juanito.
La serpiente, al escuchar la valentía y la bondad en la voz de Juanito, decidió poner a prueba su corazón:
"Solo aquellos que demuestren verdadero valor y bondad pueden obtener el cristal. Deberán enfrentarse a una prueba de amistad".
Entonces, la serpiente les presentó tres caminos. Cada camino tenía un desafío: el primero era ayudar a un ave a construir su nido, el segundo era rescatar un pez que había caído en un charco, y el tercero era dar de comer a un grupo de conejitos hambrientos.
"No sé si podremos hacer todo eso!" - dijo Susana.
"Podemos! Juntos somos más fuertes!" - respondió Juanito.
Así que se separaron en pequeños grupos y trabajaron juntos para superar todos los desafíos.
Cuando regresaron a la serpiente con sus pruebas cumplidas, ella les permitió tomar el cristal.
"Han demostrado una gran amistad y valentía, pero además, han aprendido a trabajar en equipo. Se los otorgo" - dijo la serpiente, y el cristal brilló en las manos de Juanito.
Con los tres objetos mágicos, Juanito y sus amigos regresaron al árbol de mangos.
"¡Lo logramos!" - exclamó Juanito. "Ahora no queda más que realizar el hechizo".
El mango mágico se iluminó y comenzó a girar en el aire. El pañuelo, el espejo y el cristal comenzaron a brillar, creando un arcoíris de colores en el cielo. Pronto, la lluvia comenzó a caer sobre el pueblo, trayendo alegría a todos sus habitantes.
"¡Gracias, Juanito!" - le dijeron todos.
Desde ese día, Juanito no solo trabajó con sus amigos para ayudar a su pueblo, también enseñó que la amistad y la solidaridad son la clave para enfrentar cualquier desafío. Crecieron juntos, compartiendo risas y aventuras bajo el gran árbol de mangos, recordando siempre que, a veces, la magia se encuentra en el corazón de cada uno de nosotros.
FIN.