El manto de Elías
En lo profundo de las montañas de Israel, vivía un hombre llamado Elías. Era un profeta valiente y justo, elegido por Dios para llevar su mensaje al pueblo. Elías siempre llevaba consigo un manto especial, hecho de lana y adornado con símbolos sagrados. Este manto era un regalo de Dios y confería poderes especiales a quien lo poseía.
Un día, mientras Elías se encontraba en una cueva, una voz resonó a su alrededor. Era la voz de Dios, que lo llamaba a salir y cumplir una importante tarea. Elías obedeció, cubriéndose el rostro con su manto antes de salir de la cueva. Esto simbolizaba su disposición para seguir la voluntad divina.
Más tarde, Elías recibió la encomienda de Dios de encontrar a un joven llamado Eliseo, quien estaba destinado a convertirse en su sucesor. Elías halló a Eliseo trabajando en el campo, arando la tierra con sus bueyes. Sin decir palabra, Elías caminó hacia él y lanzó su manto sobre los hombros de Eliseo. Este gesto, lleno de significado, indicaba que Eliseo estaba siendo escogido por Dios para asumir un rol importante.
Impulsado por la presencia de Elías y el manto que ahora llevaba sobre sus hombros, Eliseo dejó atrás sus herramientas de labranza y se unió a Elías en su camino. Juntos emprendieron un viaje que los llevaría a vivir aventuras increíbles, donde el manto de Elías sería testigo de milagros, protegiéndolos en momentos de peligro y mostrando el poder divino a través de sus acciones.
El manto de Elías se convirtió en un símbolo de fe, obediencia y el llamado de Dios. A través de su historia, descubrieron que incluso en los momentos más difíciles, el manto de Elías era un recordatorio tangible del cuidado y la protección de Dios sobre ellos.
FIN.