El Manzano Mágico de Lucas



En un pequeño pueblo rodeado de verdes praderas, vivía un niño llamado Lucas. A Lucas le encantaba explorar el bosque cercano a su casa. Un día, mientras paseaba por allí, descubrió un viejo manzano que nunca había visto antes. El árbol era enorme y sus ramas estaban llenas de hojas verdes y brillantes.

"¡Guau!", exclamó Lucas. "¡Nunca había visto un árbol así!".

Se acercó y, al tocar su corteza rugosa, sintió una extraña energía recorriendo su cuerpo.

"Hola, pequeño amigo", dijo una voz suave y melodiosa.

Lucas se asustó y miró a su alrededor, pero no vio a nadie.

"Estoy aquí, en el manzano", continuó la voz. "Soy el espíritu guardián de este árbol. He estado esperando que un niño curioso como vos me descubriera."

"¡Increíble!" respondió Lucas, maravillado. "¿Qué podés hacer?"

"Puedo conceder deseos, pero con una condición", dijo el árbol. "Tus deseos deben ser pensados con buenos sentimientos y nunca deben causar daño a nadie."

Lucas pensó por un momento y dijo: "Yo deseo que mi amigo Tomás, que siempre está triste, pueda sonreír de nuevo".

"Ese es un hermoso deseo", dijo el árbol. "Tu amigo recibirá una alegría inesperada mañana".

Esa noche, Lucas no podía dormir de la emoción. Se preguntaba cómo se sentiría Tomás cuando recibiera su alegría. Al día siguiente, decidió visitar a su amigo.

Al llegar a la casa de Tomás, se dio cuenta de que había una feria en el pueblo. Los colores, las risas y los juegos llenaban el aire.

"¡Tomás! ¡Hay una feria!", gritó Lucas. "Vamos juntos a disfrutar!"

"No sé, Lucas. No tengo ganas de nada", respondió Tomás, con su cabeza gacha.

"¡Pero esto es especial!", insistió Lucas. "Prometo que te divertirás, no te arrepentirás. Vamos a probar esos juegos que tanto te gustan."

Finalmente, Tomás aceptó. Cuando llegaron a la feria, Lucas dijo: "Mirá, hay un juego donde puedes ganar un gran oso de peluche. ¡Vamos a jugar!"

Mientras jugaban, Lucas se dio cuenta de que Tomás sonreía más y más. Al final de la tarde, Tomás ganó el oso y al verlo tan feliz, Lucas se sintió también lleno de alegría.

"Gracias, Lucas. Estoy tan contento por haber venido", dijo Tomás, abrazando su nuevo peluche.

"Lo sabía, solo necesitabas un poco de diversión", contestó Lucas, sonriendo.

Esa noche, Lucas volvió al manzano. "¡Funcionó! Tu deseo se cumplió", le dijo al árbol.

"Así es. La felicidad es contagiosa", respondió el árbol. "Pero recuerda, cada deseo tiene un efecto. Debés ser responsable con tus elecciones".

Lucas asintió, comprendiendo la lección.

Con el tiempo, Lucas siguió visitando al manzano y siempre deseaba cosas que hicieran felices a otros. Un día, le pidió al árbol: "Deseo poder ayudar a todos en el pueblo, que nadie se sienta solo".

"Ese es un deseo grande, Lucas. ¿Estás seguro de que estás listo para asumir esa responsabilidad?" preguntó el árbol.

"Sí, quiero hacer del pueblo un lugar mejor", afirmó Lucas.

"Entonces, cada vez que desees ayudar, tendrás que actuar tú mismo. La magia empieza con tus acciones", sentenció el manzano.

Así, Lucas comenzó a organizar actividades en el pueblo, juegos, picnics y talleres de arte. Poco a poco, más niños se unieron a él y la alegría creció. Todos ayudaron a construir un lugar donde se celebraban historias, risas y amistad.

Un día, Tomás, con su oso de peluche bajo el brazo, le dijo a Lucas: "Eres un gran amigo, gracias a vos, me siento feliz."

Lucas sonrió y miró hacia el manzano. Sabía que la verdadera magia estaba en el deseo de hacer felices a los demás.

Y así, en aquel pequeño pueblo, con la ayuda del viejo manzano, Lucas aprendió que la alegría compartida es el más hermoso de los regalos.

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FIN.

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