El mapa de la amistad
Había una vez, en un hermoso lugar llamado Pradera Feliz, dos niñas muy especiales: Larisa, de 10 años, y Julietita, de 3 añitos. Ambas eran primas y tenían una conexión muy especial.
Siempre que estaban juntas se divertían muchísimo. Un día soleado, decidieron hacer un campamento en la pradera para disfrutar del aire libre y la naturaleza. Rita, la tía de las niñas, decidió acompañarlas para asegurarse de que todo saliera bien.
Llegaron al lugar elegido y montaron su tienda de campaña. Larisa era muy responsable y ayudaba a su tía con todas las tareas mientras Julietita exploraba el lugar con curiosidad. - ¡Tía Rita! ¿Podemos ir a buscar flores por ahí? - preguntó Larisa emocionada.
- Claro que sí, pero recuerden no alejarse demasiado y siempre estar juntas - respondió Rita sonriendo. Las niñas salieron corriendo entre risas hacia el campo lleno de flores coloridas.
Mientras caminaban agarradas de la mano, vieron algo brillante en el suelo. Era un pequeño mapa doblado. - ¡Mira Julietita! ¡Un tesoro! - exclamó Larisa emocionada. Abrieron el mapa y comenzaron a seguir las indicaciones dibujadas hasta llegar a un árbol frondoso.
Allí encontraron una caja llena de chocolates deliciosos. - ¡Wow! Esto es increíble - dijo Larisa sorprendida-. Pero... ¿quién habrá dejado esto aquí? Decidieron seguir explorando la pradera en busca de pistas y más aventuras.
Mientras caminaban, encontraron un río cristalino que les llamó la atención. - ¡Vamos a ver qué hay del otro lado! - propuso Julietita con entusiasmo. Las niñas se quitaron los zapatos y cruzaron el río saltando sobre las piedras.
Al llegar al otro lado, vieron una cueva misteriosa. - ¿Entramos? - preguntó Larisa emocionada. Rita dudaba un poco, pero confiaba en su instinto y decidió acompañarlas.
A medida que avanzaban por el interior de la cueva, descubrieron pinturas rupestres en las paredes que contaban historias fascinantes de antiguos exploradores. De repente, escucharon un ruido proveniente de lo profundo de la cueva. Era un pequeño cachorro perdido. Las niñas se acercaron con cuidado y notaron que tenía una patita lastimada.
- ¡Pobrecito! Tenemos que ayudarlo - dijo Julietita con lágrimas en los ojos. Con mucho amor y paciencia, lograron calmar al cachorro y vendar su patita herida. Decidieron llevarlo consigo hasta encontrar a su dueño o encontrarle un hogar seguro.
Mientras tanto, siguieron explorando la pradera juntas. Descubrieron una cascada escondida donde pudieron refrescarse bajo el agua fresca y jugar como sirenas imaginarias.
El día llegaba a su fin y decidieron regresar al campamento para descansar junto al fuego mientras asaban malvaviscos deliciosos. Larisa miró a Julietita y le dijo:- ¿Sabes, Julietita? Hoy aprendimos algo muy importante. La aventura y la amistad nos llevan a descubrir cosas maravillosas y a ayudar a quienes más lo necesitan.
Julietita asintió con una sonrisa en su rostro y agregó:- ¡Y también encontramos un tesoro de chocolates! Las tres rieron juntas mientras disfrutaban de la noche estrellada.
Aquel día en la pradera había sido inolvidable, lleno de risas, descubrimientos y valiosas lecciones que llevarían en sus corazones para siempre. Y así, Larisa, Julietita y Rita continuaron viviendo nuevas aventuras juntas, fortaleciendo su amor familiar mientras exploraban el mundo con curiosidad e imaginación.
FIN.