El Mapache Perdido y sus Amigos



Era un hermoso día en el bosque de la sierra. Los rayos del sol se filtraban entre las hojas de los árboles, creando luces y sombras que danzaban en el suelo. Sin embargo, un pequeño mapache llamado Roco estaba muy preocupado. Se había aventurado demasiado lejos de su hogar y ahora no sabía cómo volver.

- ¡Ay, no! ¿Dónde estoy? - exclamó Roco, mirando a su alrededor. Todo le parecía igual y desconocido.

Roco comenzó a caminar, con la esperanza de encontrar algún lugar familiar. Al pasar entre los árboles, escuchó unas risitas a lo lejos. Se acercó, curioso, y vio a tres mapaches jugando cerca de un arroyo.

- ¡Hola! - dijo Roco con timidez. - Soy Roco, el mapache. Estoy perdido y no sé cómo regresar a casa.

Los tres mapaches, que se presentaron como Lía, Tito y Mía, se acercaron rápidamente para ayudarlo.

- ¡No te preocupes, Roco! - dijo Lía con una sonrisa dulce. - ¡Nosotros te ayudaremos a encontrar el camino!

- ¿Cómo te perdiste? - preguntó Tito, que era el más travieso del grupo.

- Me alejé un poco de casa explorando y de repente no supe dónde estaba - respondió Roco, sintiendo que una lágrima quería asomarse.

- No llores, Roco. La aventura apenas comienza - lo animó Mía, que siempre tenía una idea brillante. - Podemos hacer un mapa con lo que vemos en el camino para que no te pierdas de nuevo.

Roco sintió un pequeño calor de esperanza en su pecho. Los cuatro mapaches se pusieron en marcha, recolectando hojas, ramitas y piedras para crear un mapa natural. Roco sabía que lo importante era mantenerse juntos.

Mientras avanzaban, el grupo se encontró con un claro lleno de bayas. Con alegría, comenzaron a recoger las sabrosas frutas.

- ¡Miren! - grita Roco. - ¡Estas bayas son deliciosas!

- Y muy nutritivas - agregó Lía. - Justo lo que necesitamos para tener energía.

Después de un rato de comer y jugar, decidieron continuar su búsqueda. Pero, de pronto, una gran tormenta se desató sobre ellos. La lluvia caía fuertemente y se escuchaban truenos en el cielo.

- ¡Roco, ven aquí! - gritó Tito. - ¡Debemos refugiarnos bajo ese árbol!

Los cuatro mapaches corrieron hacia el árbol más cercano, pero al llegar, Mía se resbaló y cayó al suelo.

- ¡Ay, no! - se preocupó Roco. - ¿Estás bien?

- Estoy bien, solo me he asustado un poco - respondió Mía. - Pero no puedo levantarme. Creo que me he lastimado una pata.

Roco pensó rápidamente. - No te preocupes, Mía. Tito, Lía, necesitamos ayudarla.

- Yo puedo ayudar con las ramitas - dijo Lía mientras recogía algunas pequeñas ramas.

- Yo buscaré hojas grandes para hacer una camilla - agregó Tito.

Roco, con mucho cuidado, creó una camilla improvisada con las ramas y hojas. Juntos, levantaron a Mía y la llevaron a un lugar más seguro, donde la lluvia no les alcanzara.

- ¡Gracias, amigos! - sonrió Mía, aunque todavía estaba un poco asustada. - No sé qué habría hecho sin su ayuda.

- Siempre debemos cuidarnos unos a otros, así somos fuertes - dijo Roco, sintiéndose muy orgulloso de sus amigos.

La tormenta pasó y el sol volvió a brillar en el cielo. Roco, Lía, Tito y Mía continuaron su aventura por el bosque. Usaron el mapa que habían hecho y, más tarde, encontraron un río conocido que Roco recordó de su hogar.

- ¡Esto es! ¡Este es el camino a casa! - gritó emocionado Roco.

- ¡Lo logramos! - exclamó Lía.

Con un beso de despedida, Lía, Tito y Mía abrazaron a Roco antes de que él cruzara el río.

- Gracias por enseñarme lo que significa la amistad y la ayuda mutua - dijo Roco, sintiendo que había encontrado algo más valioso que salir de su hogar.

- ¡Siempre estaremos aquí para ti! - contestaron sus amigos al unísono.

Roco siguió su camino hacia casa, decidido a ser un buen amigo siempre, así como ellos lo habían sido.

Y desde ese día, el bosque no solo fue un lugar de aventuras, sino también de amistades inquebrantables. Roco aprendió que no hay nada más poderoso que el amor y la ayuda de quienes te rodean.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!