El maravilloso castillo de Tomás
Había una vez un niño llamado Tomás que estaba muy emocionado porque al día siguiente iba a comenzar la escuela. Estaba ansioso por conocer nuevos amigos y aprender muchas cosas interesantes.
El primer día de escuela, Tomás se despertó temprano y se preparó con su uniforme escolar. Su mamá le hizo un desayuno delicioso y le deseó mucha suerte en su primer día. Tomás salió de casa con una sonrisa gigante en su rostro.
Al llegar a la escuela, el corazón de Tomás empezó a latir más rápido. Era tan grande y tenía tantos alumnos que parecía un castillo mágico lleno de aventuras.
La maestra, la señorita Clara, los recibió con una gran sonrisa y les pidió que tomaran asiento. Todos los niños estaban nerviosos pero emocionados al mismo tiempo. La señorita Clara les explicó las reglas de la clase y les mostró dónde encontrar los útiles escolares.
Luego les dijo que harían una actividad muy especial para conocerse mejor. - Vamos a hacer un juego -dijo la señorita Clara-. Cada uno debe presentarse diciendo su nombre y algo divertido sobre sí mismo.
Tomás se sintió un poco tímido al principio, pero luego decidió ser valiente y levantó la mano para hablar. - ¡Hola! Mi nombre es Tomás -dijo con voz firme-. Y algo divertido sobre mí es que tengo dos gatos llamados Tito y Tota.
Todos los niños rieron cuando escucharon lo gracioso que era tener dos gatos con nombres tan graciosos como Tito y Tota. A medida que los niños se iban presentando, Tomás se dio cuenta de que todos tenían algo especial y divertido sobre sí mismos.
Había una niña llamada Laura que sabía hacer trucos de magia, un niño llamado Juan que podía imitar a los animales y otro llamado Martín que tenía un perro muy travieso.
La señorita Clara felicitó a todos por compartir cosas tan interesantes y les dijo que estaban en un salón lleno de amigos increíbles. Después del juego, la señorita Clara les enseñó cómo dibujar letras y números en el pizarrón.
A Tomás le encantaba aprender cosas nuevas y pronto pudo escribir su nombre con hermosas letras. Cuando llegó la hora del recreo, Tomás corrió al patio junto con sus nuevos amigos. Jugaron a saltar la cuerda, jugar al fútbol e incluso hicieron una carrera de caracoles.
Tomás se dio cuenta de lo rápido que pasaba el tiempo y antes de darse cuenta ya era la hora de irse a casa. Estaba feliz pero también triste porque había disfrutado mucho su primer día en la escuela.
En casa, Tomás le contó a su mamá todas las aventuras emocionantes que había vivido ese día. Le dijo cuánto le gustaban sus nuevos amigos y cómo estaba emocionado por volver al día siguiente.
Desde ese día, Tomás fue feliz en la escuela. Aprendió muchas cosas nuevas cada día, hizo más amigos increíbles y descubrió lo maravilloso que era aprender juntos.
Y así, gracias a su valentía para enfrentar el primer día de escuela, Tomás encontró un mundo lleno de diversión, amistad y conocimiento en su pequeño castillo mágico llamado escuela.
FIN.