El Maravilloso Mundo de Guillo
Había una vez un niño llamado Guillo, que vivía en un pequeño pueblo lleno de risas y juegos. Guillo era un niño encantador, pero había un pequeño problema: a veces pronunciaba las palabras de manera un tanto extraña. En lugar de decir —"gato" , a veces decía —"guito" , y en lugar de —"perro" , decía —"pezo" . Esto hacía que sus amigos y compañeros de escuela no siempre lo entendieran, y a veces se reían de él sin querer.
Un día, Guillo decidió que quería ayudar a su mamá a preparar una sorpresa para el cumpleaños de su abuela. Estaba muy entusiasmado y pensó que podría hacer una hermosa tarjeta.
"Quiero que diga: ¡Feliz cumpleaños, abuela!", pensó Guillo en voz alta. Pero cuando empezó a escribir con su marcador, le salió algo diferente:
"¡Fezli cumpliritíos, abuela!", leyó su amiga Sofía cuando se la mostró.
Sofía, con una sonrisa amable, le dijo:
"¡Es hermosa, Guillo! Pero quizás podrías contarme lo que querés que diga, y yo te ayudo a escribirlo."
Guillo se sintió un poco avergonzado, pero también agradecido de tener una amiga como Sofía.
"Gracias, Sofi. Quizás se me complican a veces las palabras…"
Sofía lo miró con ternura y le respondió:
"No te preocupes, todos tenemos nuestras cosas. ¡Lo importante es que sigas intentándolo!"
Así que juntas se pusieron a escribir la tarjeta perfecta para la abuela, con dibujos y colores. Cuando llegó el día del cumpleaños, Guillo estaba emocionado. Su familia se reunió en el patio trasero y había música y mucha comida deliciosa. Al momento de entregar la tarjeta a su abuela, Guillo sintió un escalofrío de nervios.
"¡Perdone, abue, su sorpresión!", dijo él, entre risas nerviosas.
La abuela, con su corazón lleno de amor, respondió:
"¡Oh, Guillo, me encantó! Lo importante es la intención, y eso se siente. Tu dibujo es hermoso."
Esa tarde, mientras todos festejaban, un grupo de niños empezó a jugar a un juego nuevo: el juego de las adivinanzas.
"Voy a contar una adivinanza", gritó un niño.
"¿Qué tiene cuatro patas y ladra?", preguntó.
"¡Un perro!", gritaron los demás.
Guillo alzó la mano con entusiasmo:
"¡Yo, yo! Tengo una que yo inventé."
Los demás lo miraron curiosos y Guillo, con mucha alegría, empezó:
"¿Qué es lo que vuela y canta? Es redondo y puede ser mi ven... mi... ¡gato!"
Algunos niños no entendieron, pero Sofía, que lo apoyaba desde un costado, dijo:
"¿Quisiste decir un pajarito?"
"¡Sí! Un pajarito!", gritó Guillo.
Todos rieron, pero de buena manera, y animaron a Guillo a seguir.
Con el tiempo, Guillo comprendió que la forma en la que pronunciaba algunas palabras no definía quién era él. En su interior llevaba la magia de la creatividad y la risa, y podía expresarse de maneras únicas. Poco a poco, sus amigos comenzaron a apreciar su estilo especial de comunicación y se dieron cuenta de que Guillo tenía mucho que contar y compartir.
Con la ayuda de sus amigos y su familia, Guillo fue aprendiendo a comunicarse mejor y se volvió muy querido por su sinceridad y su bondad.
Los días quelo farían otros lo seguirían apreciando y quería convertirse en un escritor, soñando con escribir cuentos que hicieran reír y soñar a todos los niños del pueblo. Y así, cada vez que tenía una idea, sus amigos lo animaban:
"¡Escribila, Guillo! Lo importante es seguir probando y nunca rendirse. Siempre habrá alguien que te entienda."
Al final, Guillo entendió que las palabras son solo herramientas y que lo más hermoso es el cariño que uno pone a la hora de compartirlo. Y así, el niño que hablaba diferente se transformó en el mejor cuentista del pueblo, donde todos se reunían a escuchar sus relatos llenos de fantasía y alegría.
Y así, Guillo aprendió que lo que a veces parece un obstáculo puede convertirse en una oportunidad para brillar. Y que lo más importante es tener amigos que siempre te apoyan.
FIN.