El maravilloso mundo de las diferencias



En un colorido bosque vivían muchos animalitos felices. Había conejitos saltarines, pajaritos cantarines, ositos cariñosos y muchos más. Pero hoy vamos a contar la historia de dos amigos muy especiales: Martina, la conejita, y Tomás, el osito.

Martina era una conejita muy curiosa, le encantaba explorar el bosque y descubrir cosas nuevas. Siempre saltaba de un lado a otro sin parar. Por otro lado, Tomás era un osito muy valiente, le gustaba trepar los árboles más altos y jugar con sus amigos.

Un día, Martina y Tomás se encontraron bajo un árbol de cerezos. —Hola Martina, ¿qué estás haciendo? —preguntó curioso Tomás. —Estoy mirando cómo las flores bailan con el viento, ¿no es maravilloso? —respondió Martina con una sonrisa.

—Sí, es bonito, pero a mí me gusta más trepar árboles, es emocionante ver el bosque desde arriba —comentó Tomás. —Tienes razón, cada uno de nosotros es diferente y eso es lo que hace al mundo tan especial —dijo Martina con alegría.

Esa noche, Martina y Tomás se sentaron a mirar las estrellas. —¿Sabías que hay estrellas grandes y pequeñas? —preguntó Martina. —Sí, ¡como nosotros! Tú eres una conejita pequeña y ágil, y yo soy un osito grande y fuerte —respondió Tomás. —Exactamente, pero lo más importante es que cada uno es especial a su manera. Tú con tu valentía y yo con mi curiosidad —dijo Martina con cariño.

A partir de ese día, Martina y Tomás aprendieron a valorar sus diferencias y a disfrutar de todo lo que podían aprender el uno del otro. Juntos descubrieron que ser niño o niña no era lo que los definía, sino sus increíbles características que los hacían únicos.

Y así, en el colorido bosque, Martina y Tomás continuaron explorando, jugando y siendo amigos, demostrando que las diferencias nos hacen a todos especiales y que, al final del día, lo más importante es el cariño que compartimos. ¡Que viva la diversidad!

FIN.

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