El Marciano del Yunque
Había una vez, en el profundo corazón de la selva del Yunque en Puerto Rico, un pequeño marciano llamado Miko. Miko era curioso y tenía un gran sueño: quería aprender todo sobre los puertorriqueños y su forma de vida. A pesar de que los otros marcianos se burlaban de él, Miko decidió emprender su viaje hacia la Tierra.
Cuando llegó al Yunque, se quedó maravillado con la belleza natural que lo rodeaba. Los árboles eran altísimos, las flores de colores vibrantes y el sonido del agua cayendo en cascadas era como una melodía para sus orejas. Sin embargo, lo que más le llamó la atención fueron los puertorriqueños que disfrutaban de esa maravilla.
Una mañana, Miko conoció a una niña llamada Lucía mientras ella jugaba con sus amigos. Se acercó un poco tímido y les dijo:
- “Hola, soy Miko. ¿Puedo aprender de ustedes? ”
Los niños se quedaron sorprendidos al ver un marciano. Pero Lucía, que era muy amable, le respondió:
- “¡Claro, Miko! Aquí te podemos enseñar muchas cosas. Ven, vamos a jugar al béisbol.”
Miko nunca había jugado al béisbol, pero estaba dispuesto a aprender.
Mientras jugaban, Miko quedó maravillado con la energía y el entusiasmo de sus nuevos amigos. Sin embargo, al intentar batear la pelota, ¡sorpresa! La pelota voló alto y se quedó atrapada en un árbol.
- “¡Oh no! ¿Cómo voy a bajar esa pelota? ” - dijo Miko, preocupado.
Lucía pensó un instante y dijo:
- “Esperá, tengo una idea. ¡Usá tus habilidades de marciano! ”
Miko, que tenía poderes especiales, decidió hacer algo. Con un movimiento de sus manos, creó una pequeña ráfaga de viento que sopló la pelota hasta que cayó al suelo.
- “¡Increíble, Miko! ¡Sos un genio! ” - exclamó uno de los amigos de Lucía.
A partir de ese día, Miko se unió al grupo de amigos. Ellos le enseñaron a bailar salsa, a hacer arepas y a contar historias. Pero había algo que preocupaba a Miko. A pesar de aprender tanto, sentía que quería dar algo a cambio.
- “Me gustaría ayudar a la selva. ¿Hay algo que pueda hacer? ” - preguntó.
Lucía, pensativa, respondió:
- “Nosotros cuidamos el Yunque y siempre recogemos la basura. A veces se tiran cosas aquí que no deberían estar.”
Miko se sintió inspirado. Junto a sus amigos, empezaron a limpiar la selva de desechos. Miko usó sus poderes para ayudar a recoger cosas pesadas, mientras los niños se encargaban de los residuos más pequeños.
Un día, mientras limpiaban, encontraron un arbusto que parecía enfermo. Miko, con su amor por la naturaleza, decidió usar sus conocimientos de marciano para ayudarlo. Con cuidado, empezó a curar al arbusto y poco a poco, se fue recuperando.
- “¡Mira, Miko! ¡Está sanando! ” - gritó Lucía emocionada.
Miko sonrío con orgullo. Al final del día, el arbusto floreció como un lindo regalo que les agradeció por su cuidado.
Cuando llegó el momento de despedirse, Miko estaba triste, pero sabía que había aprendido y crecido mucho. Así que les dijo:
- “Me llevo todo lo que me enseñaron aquí. ¡Jamás olvidaré a mis amigos puertorriqueños! ”
Los niños lo abrazaron y prometieron seguir cuidando el Yunque. A medida que Miko se alejaba, escuchó un coro de voces que decían:
- “¡Hasta pronto, Miko! Siempre serás parte de nosotros.”
Miko volvió a su hogar en el espacio con una misión nueva: educar a su gente sobre la belleza de la Tierra y la importancia de cuidar la naturaleza. Y cada vez que miraba hacia el planeta azul desde su nave, sonreía, recordando su tiempo en el Yunque.
Y así, la aventura de Miko y sus nuevos amigos se convirtió en una hermosa historia que se contaba de generación en generación, inspirando a niños y adultos a cuidar el planeta y a aprender de todos, sin importar de dónde vengan.
FIN.