El Marciano del Yunque
En lo profundo del mágico bosque del Yunque, donde los árboles son altos y los ríos susurran historias, un peculiar marciano llamado Zorquín decidió hacer una escala en su viaje por la galaxia. Zorquín era un pequeño ser verde con antenas largas que se movían como si estuvieran bailando. Su curiosidad era insaciable y había oído que la Tierra era un lugar lleno de maravillas.
Un día, mientras exploraba el bosque, Zorquín se encontró con una ardilla llamada Lía, que estaba intentando recoger bellotas.
"¡Hola! Soy Zorquín, el marciano. ¿Qué haces aquí?" - preguntó con una gran sonrisa.
"¡Hola! Soy Lía. Estoy recolectando bellotas para el invierno. Son muy importantes para mi familia. ¿De dónde eres tú?" - respondió la ardilla.
Zorquín se sentó en una roca y contó todo sobre su hogar en Marte, donde los árboles son de color rojo y las frutas tienen sabor a caramelo.
"¡Guau! Tu planeta suena increíble. Pero aquí, en el Yunque, también hay cosas mágicas. ¿Quieres verlas?" - dijo Lía emocionada.
Los dos amigos empezaron su aventura, correteando por el bosque. Lía le mostró a Zorquín las mariposas brillantes y el río que brillaba bajo el sol. Sin embargo, pronto se dieron cuenta de que las cosas no eran tan perfectas.
Al regresar a su hogar, se encontraron con un grupo de animales que estaban preocupados.
"¿Qué sucede?" - preguntó Lía.
"Estamos en problemas. Un gran árbol ha caído y bloquea el camino al manantial. Sin agua, no podremos sobrevivir mucho tiempo" - contestó un conejo llamado Tito, con la voz temblorosa.
Zorquín, al escuchar esto, tuvo una idea brillante.
"¡Yo puedo ayudar! En Marte, tengo una herramienta especial que usaré para mover el árbol." - dijo, mientras sus ojos brillaban de entusiasmo.
Zorquín corrió a su nave espacial, que había aterrizado en una pequeña despejada. Sacó una extraña herramienta que emitía luces de colores y regresó junto a los animales.
"¡Mirá! Con esto puedo hacer que el árbol se levante como si fuera de plomo. ¡Prepárense!" - gritó emocionado.
Los animales miraron con asombro mientras Zorquín aplicaba la herramienta alrededor del tronco. De repente, un brillo luminoso iluminó el área y el árbol comenzó a levitar. Con mucho cuidado, lo movió hacia un lado, creando un nuevo camino hacia el manantial.
"¡Lo lograste! ¡Eres un héroe!" - exclamó Lía con alegría.
Los animales, agradecidos, se reunieron para celebrar. Ella también quería hacer algo especial por su nuevo amigo.
"¡Vamos a organizar una fiesta en tu honor!" - propuso.
Así, todos los animales comenzaron a recolectar frutos y preparar deliciosos platillos para la fiesta. Cuando cayó la noche, el bosque se iluminó con luces entre los árboles y todos disfrutaron de la música y la risa.
"Nunca pensé que encontraría un amigo tan especial aquí. Gracias por enseñarme sobre el trabajo en equipo y la amistad, Lía" - dijo Zorquín mientras miraba el cielo estrellado.
"Y gracias por salvarnos, Zorquín. La amistad es la mejor aventura de todas. ¡Me alegra que hayas decidido venir a la Tierra!" - contestó Lía, sonriendo.
Al día siguiente, era hora de que Zorquín continuara su viaje, pero antes de partir, todos los animales se reunieron para despedirse.
"¡Volveré a visitarlos!" - prometió Zorquín mientras se alejaba hacia su nave.
Los amigos se abrazaron y, aunque sentían un poco de tristeza, entendían que la amistad trasciende cualquier distancia. Zorquín voló hacia las estrellas con el corazón lleno de gratitud por su aventura en el mágico Yunque y por haber encontrado un amigo en la tierra.
Y así, en el cielo amplio, durante las noches despejadas, podían verse dos estrellas brillantes: una representando a Zorquín y la otra a Lía, recordando que la verdadera amistad nunca conoce fronteras.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
FIN.