El Marciano Perdido en el Bosque
En un planeta lejano, donde los árboles eran de colores brillantes y las criaturas volaban en círculos, vivía un pequeño marciano llamado Zog. Zog era muy curioso y siempre soñaba con explorar otros mundos. Un día, decidió que era hora de hacer su primer viaje.
Zog subió a su nave espacial, una pequeña y brillante bola que le daba saltitos por el aire. Con un pequeño empujón, su nave se encendió y salió disparada hacia el espacio. Después de un largo vuelo, un hermoso bosque se mostró ante sus ojos. ¡Era tan verde y lleno de vida! Sin embargo, cuando Zog trató de aterrizar, su nave se atascó en un árbol y se descompuso.
"¡Oh no! Ahora estoy atrapado aquí", exclamó Zog, mirando a su alrededor con preocupación.
Zog decidió que tenía que encontrar algo de comer. Con pasos tambaleantes, comenzó a explorar el bosque. A pesar de que todo parecía delicioso, no sabía qué podía comer y qué no. Así que decidió que lo mejor era salir a cazar, como lo hacía en su planeta.
Al amanecer de su primer día, se puso a buscar comida.
"Hoy voy a cazar algo riquísimo", se dijo. Sin embargo, ni un solo bicho se dejó ver. Todo el día pasó tratando de atrapar algo, pero fue en vano. Regresó a su nave con las manos vacías.
El segundo día, con un poquito más de esperanza, Zog se aventuró lejos. Fitó a una ardilla saltando entre los árboles, pero al intentar acercarse, la ardilla salió corriendo.
"¡Chiquitina, no te vayas!", gritó Zog. Pero la ardillita ya había desaparecido.
Así pasaron los días."¡Hoy sí, hoy voy a tener suerte!", repetía cada mañana. Pero ni las ardillas ni los pájaros parecían querer ser atrapados por un marciano. Zog intentó esconderse, hacer trucos, hasta usar su escurridiza forma de marciano para no ser visto, pero nada funcionaba.
Llegó el séptimo día. Zog estaba desanimado y muy hambriento. Se sentó bajo un árbol grande y miró al cielo.
"Tal vez no voy a poder cazar nada, pero no puedo rendirme", se decía a sí mismo.
Entonces, escuchó un murmullo. Era un grupo de criaturas del bosque: unas pequeñas haditas.
"¿Por qué estás tan triste, viajero?", preguntó una de las haditas con un tono dulce.
"Quiero conseguir comida, pero no he atrapado nada en una semana", respondió Zog con la voz apagada.
Las haditas intercambiaron miradas y empezaron a reír.
"¡Pero si aquí hay comida de sobra!", exclamó otra hadita.
"¿Cómo que comida?" preguntó Zog, confundido.
"Nosotros no cazamos, recolectamos. Aquí en el bosque hay frutos deliciosos, flores y cosas mágicas para comer. ¡Ven, te mostraremos!"
Zog siguió a las haditas, que lo guiaron hacia un pequeño arbusto cubierto de frutos de colores.
"¡Prueba esto!" dijo una de ellas, dándole un fruto brillante. Zog lo mordió y su boca se llenó de un sabor dulce y jugoso.
"¡Es delicioso!", gritó Zog emocionado.
"Ves, no hay que cazar, sólo hay que saber buscar lo que necesitamos", dijo una hadita con una sonrisa.
Desde ese día, Zog aprendió que en lugar de luchar contra lo que no conocía, era mucho mejor abrirse a nuevas experiencias. Pasó sus últimos días en el bosque disfrutando de los frutos y aprendiendo sobre sus nuevas amistades.
Cuando su nave estuvo lista, las haditas lo despidieron con lágrimas de alegría.
"Siempre serás bienvenido aquí, amigo Zog", dijeron abrazándolo.
Zog se despidió y prometió volver a visitar a sus amigas. "El mejor viaje no es el que se hace con el estómago lleno, sino aquel en el que aprendemos a abrir nuestro corazón a lo nuevo". Y así, el pequeño marciano se fue volando hacia nuevas aventuras, uniéndose eternamente a la lección que había aprendido en el bosque.
Con una sonrisa en su forma marciana y el estómago lleno, Zog siguió descubriendo el universo, un lugar lleno de maravillas y amigos por conocer.
FIN.