El Mate de la Esperanza



Era un hermoso día en la plaza del barrio y el Planeta Tierra decidió que era un buen momento para tomarse un mate. En su rincón favorito, bajo un frondoso árbol, se sentó con su amigo, el Agua. Juntos compartieron su sabor a yerba y reflexionaron sobre lo que les preocupaba.

"¿Sabías que el hombre está olvidando lo importante que soy?", comenzó el Agua con tono apagado.

"Sí, lo sé. A veces siento que no me valoran. Pero contame, ¿por qué estás tan triste?", respondió el Planeta Tierra.

"Cada vez me siento más débil. Hay menos de mí en los ríos, los mares y hasta en las canillas de las casas. Me da miedo desaparecer...", insistió el Agua mientras miraba el cielo con nostalgia.

"Entiendo tu angustia. A mí me está pasando algo similar. Estoy muy contaminado. Cada vez hay más basura, plásticos y humo que me hacen sentir enfermo. ¿Por qué la gente no se da cuenta?", respondió el Planeta Tierra con una voz somnolienta.

Ambos amigos miraron a su alrededor y vieron a los niños jugar en la plaza, pero también notaron algunos residuos que ensuciaban el lugar. El Agua tuvo una idea.

"¿Y si hablamos con ellos? Los niños son curiosos y pueden ayudarnos. Tal vez si les contamos nuestros problemas, ellos podrán hacer algo. ¿Qué opinás?", sugirió el Agua, esperando que su idea fuera bien recibida.

"¡Es una excelente idea! Vamos a buscar un grupo de niños y contarles lo que nos sucede", dijo el Planeta enérgicamente, comenzando a moverse mientras el Agua lo seguía.

Se acercaron a un grupo de niños que jugaban a la pelota, riendo y disfrutando el día.

"Disculpen, chicos", interrumpió el Planeta con voz profunda, "somos el Agua y la Tierra, y necesitamos su ayuda. ¿Pueden escucharnos por un momento?"

Los niños, intrigados, se acercaron.

"Claro, ¿qué les pasa?", preguntó una niña con trenzas.

"Estoy muy triste porque me están contaminando y cada vez hay menos de mí en este mundo. Si continúan así, podría desaparecer en un futuro", explicó el Agua.

"Y yo me estoy enfermando. Si no cuidan de mí, todo lo que hay en mi superficie también se verá afectado. ¡No quiero que eso pase!", añadió el Planeta.

Los niños se miraron entre sí, preocupados.

"¿Pero qué podemos hacer nosotros?" preguntó un niño de gorra.

"¡Muchísimo!", resaltó el Agua. "Pueden empezar por no tirar basura en la plaza, reciclar y ahorrar agua en sus casas. Cada pequeña acción cuenta, y juntos podemos hacer una gran diferencia!"

"¡Sí! También pueden hablar con sus padres y contarles sobre la importancia de cuidar el planeta. ¡Nadie tiene que hacerlo solo!", afirmó el Planeta.

Los niños comenzaron a entusiasmarse.

"¡Se lo diremos a nuestros papás! Y prometemos cuidar de la plaza y no dejar más basura", aseguró la niña de trenzas.

"Y podemos hacer una campaña para limpiar el barrio, ¡justo como los superhéroes!", agregó el niño de gorra, moviendo los brazos como volando.

"¡Eso es! ¡Ustedes pueden ser los héroes de la Tierra y el Agua!", exclamó el Planeta lleno de alegría.

"Así es, y no se olviden de hablarles a sus amigos y en sus escuelas. Cuantas más personas se unan, mejor será todo", añadió el Agua animado.

Los niños corrieron tan rápido como el viento, emocionados por la misión que se habían asignado.

"¿Ves? El futuro está en manos de los más jóvenes. Pueden marcar la diferencia si actúan juntos", dijo el Planeta contento.

"Es cierto. Me siento un poco más esperanzado. Les agradezco, amigo. Quizás el miedo no tenga que ser tan grande si compartimos nuestras preocupaciones", concluyó el Agua mientras se berecía entre risas y juegos.

Aquella tarde, bajo el árbol, el Planeta y el Agua aprendieron que el camino hacia un futuro mejor está lleno de pequeñas decisiones y acciones que cada uno puede tomar. Juntos, decidieron que siempre estarían ahí para apoyarse y seguir inspirando a todos los niños a cuidar de su hogar, su planeta. Después de todo, la amistad y la conciencia son los mejores remedios para sanar el mundo.

FIN.

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