El Melón Mágico de Mateo


Había una vez un niño llamado Mateo, que era muy divertido y siempre buscaba la manera de hacer reír a sus amigos.

Un día, decidió visitar a su abuela en el campo y pensó en llevarle un regalo especial: ¡melones frescos! Mateo llegó emocionado a la casa de su abuela y ella lo recibió con los brazos abiertos. Juntos disfrutaron de una deliciosa merienda con tortas caseras y jugo de naranja.

Después de charlar un rato, Mateo le mostró los melones que había traído. - Abuelita, estos melones son tan grandes y jugosos. ¿Crees que podríamos compartirlos con mis amigos? - preguntó Mateo.

La abuelita sonrió y dijo: "¡Claro que sí! Será maravilloso ver las caritas felices de tus amigos cuando prueben estos deliciosos melones". Mateo se despidió cariñosamente de su abuela y cargando una canasta llena de melones emprendió el camino hacia casa.

En el trayecto, se encontró con sus amigos Tomás y Sofía quienes estaban jugando en el parque. - ¡Hola chicos! Miren lo que traje para compartir - exclamó Mateo emocionado. Tomás y Sofía miraron sorprendidos la canasta llena de melones. Nunca habían probado esa fruta antes.

- ¿Qué es eso? - preguntó Sofía curiosa. - Son melones, ¡y están deliciosos! Vengan a mi casa, podemos comerlos juntos - respondió Mateo entusiasmado.

Los tres niños corrieron hacia la casa de Mateo y se sentaron en el jardín para disfrutar de los melones. Pero justo cuando estaban a punto de probarlos, escucharon un ruido extraño proveniente del árbol cercano. - ¿Qué es eso? - preguntó Tomás algo asustado. De repente, un pajarito cayó del árbol y aterrizó cerca de ellos.

Parecía estar herido. - Pobrecito, parece que se lastimó al caer - dijo Sofía con preocupación. Mateo no dudó ni un segundo y sin pensarlo dos veces, tomó uno de los melones y lo partió por la mitad.

Luego, colocó cuidadosamente una parte del melón frente al pajarito herido. - Tal vez esto le ayude a sentirse mejor - susurró Mateo con ternura. Para sorpresa de todos, el pajarito comenzó a picotear el jugoso melón con mucho entusiasmo.

Parecía que había recuperado las fuerzas gracias al gesto bondadoso de Mateo. Los tres amigos sonrieron emocionados mientras observaban cómo el pajarito comía felizmente.

A partir de ese momento, decidieron llamarlo —"Meloncito"  en honor al generoso regalo que habían compartido juntos. Desde ese día, Mateo y sus amigos siempre recordaron la importancia de ser amables y compartir con aquellos que más lo necesitan.

Aprendieron que un pequeño gesto puede marcar una gran diferencia en la vida de alguien más. Y así fue como Mateo se convirtió en un ejemplo para todos los niños del barrio. Su historia inspiradora les enseñaba que la bondad y la generosidad pueden hacer del mundo un lugar mejor.

Y colorín colorado, esta historia de amistad y generosidad ha terminado. ¡Hasta la próxima!

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