El mensaje de la bondad divina
Había una vez en un pequeño pueblo llamado Villa Esperanza, donde reinaba el amor, la solidaridad y la amistad. En este lugar mágico vivían tres amigos inseparables: Tomás, Sofía y Martín.
Tomás era un niño muy curioso y siempre estaba buscando nuevas aventuras. Sofía era una niña muy inteligente y siempre tenía las mejores ideas para ayudar a los demás. Y Martín era un niño muy valiente que siempre estaba dispuesto a proteger a sus amigos.
Un día, mientras paseaban por el bosque cercano al pueblo, encontraron un mensaje secreto escondido en un árbol. El mensaje decía: "Amor, solidaridad y presente son los ingredientes para encontrar a Dios".
Los tres amigos se miraron emocionados y decidieron seguir las instrucciones del mensaje. Comenzaron su búsqueda en el corazón del bosque, donde encontraron una cueva oscura y misteriosa. Con valentía, ingresaron en la cueva guiados por la luz de sus linternas.
Al llegar al final de la cueva, se encontraron con una puerta gigante que parecía estar cerrada con llave. "¿Qué haremos ahora?", preguntó Tomás preocupado. "No te preocupes", respondió Sofía con confianza.
"Si juntamos nuestros corazones llenos de amor, seguro encontraremos la solución". Los tres amigos juntaron sus manos formando un círculo e hicieron una oración silenciosa pidiendo ayuda divina. De repente, la puerta comenzó a abrirse lentamente revelando un hermoso jardín lleno de flores coloridas y brillantes.
Con alegría, los amigos ingresaron al jardín y se encontraron con un anciano sabio que les dijo: "Bienvenidos, queridos niños. Han demostrado tener amor, solidaridad y estar presentes el uno para el otro. Esto los ha llevado a mí".
"¿Eres Dios?", preguntó Martín emocionado. "No soy Dios", respondió el anciano sonriendo. "Pero estoy aquí para enseñarles que Dios vive en cada uno de ustedes cuando practican el amor, la solidaridad y están presentes en la vida de los demás".
Los tres amigos escucharon atentamente las palabras del anciano sabio y se dieron cuenta de lo importante que era cuidarse y ayudarse mutuamente.
A partir de ese día, Tomás, Sofía y Martín se convirtieron en verdaderos mensajeros del amor y la solidaridad. Ayudaban a sus vecinos mayores a llevar las compras, visitaban a los enfermos del pueblo para animarlos y siempre estaban dispuestos a ofrecer una mano amiga cuando alguien necesitaba ayuda.
El pequeño pueblo de Villa Esperanza floreció gracias al amor, la solidaridad y la presencia de estos tres maravillosos amigos. Cada persona aprendió el valor de ser amable con los demás y cuidar del prójimo como si fuera parte de su propia familia.
Y así continúa esta hermosa historia llena de magia y bondad en Villa Esperanza, donde todos recuerdan que el amor, la solidaridad y estar presente son los ingredientes esenciales para encontrar a Dios dentro de cada uno.
FIN.