El Mensaje del Viento
En un lejano reino, había una princesa llamada Isabela que vivía en un hermoso castillo. Sin embargo, un día, el castillo quedó vacío, y su familia partió en una aventura, dejándola sola. Isabela, aunque en ocasiones se sentía triste, se entretenía explorando cada rincón del castillo, soñando con días llenos de aventuras.
Una mañana, mientras paseaba por los largos pasillos, escuchó un golpe resonante en la puerta principal. Curiosa, se acercó y al abrirla se encontró con una carta que estaba tirada en el suelo. La recogió y leyó en voz alta:
"Querida Princesa Isabela,
Si deseas descubrir un mundo lleno de maravillas, sigue el brillo de las estrellas. El viento de la aventura sopla hacia el bosque encantado. Allí, encontrarás lo que buscas.
Con cariño,
El Guardián de los Secretos"
- ¿Qué será esto? - se preguntó Isabela emocionada. El bosque encantado era un lugar del que había escuchado historias, pero nunca se había atrevido a ir.
Con el corazón palpitante, decidió que era el momento de aventura que había estado esperando. Se preparó rápidamente, se vistió con su capa favorita y se llevó consigo una linterna, por si el camino se volvía oscuro.
Al salir del castillo, el viento comenzó a susurrar en sus oídos. "Sigue adelante, Isabela. La magia te espera" - parecía decirle.
La princesa siguió el sendero que conducía al bosque. Los árboles eran altos y frondosos, y las hojas brillaban como esmeraldas bajo el sol. De repente, mientras caminaba, se encontró con un pequeño zorro que la miraba con curiosidad.
- ¡Hola, pequeño amigo! - le dijo Isabela, - ¿sabes dónde puedo encontrar el brillo de las estrellas?
- ¡Claro! - respondió el zorro con voz alegre. - Solo tienes que pasar por el Claro de los Sueños. Allí, las luciérnagas te guiarán.
Isabela sonrió y decidió seguir al zorro. Juntos corrieron por el bosque, saltando sobre troncos y riendo a medida que avanzaban. Al llegar al Claro de los Sueños, las luciérnagas comenzaron a iluminar el lugar, creando una atmósfera mágica.
- ¡Wow! - exclamó Isabela. - Es hermoso.
Mientras exploraban juntos, encontraron a una tortuga muy anciana que parecía estar enojada.
- ¡¿Quién se atreve a perturbar mi descanso? ! - gritó la tortuga.
- Lo siento, señora tortuga - dijo Isabela, con un tono amable. - Somos solo yo y mi amigo, el zorro. Vinimos a seguir el brillo de las estrellas.
La tortuga se calmó al escuchar su tono amigable. - Ah, entonces tal vez puedan ayudarme. He perdido mi brillo. Sin mi luz, no puedo iluminar el bosque.
Isabela, movida por la tristeza de la tortuga, decidió ofrecerle su ayuda. - ¿Qué necesitas para recuperar tu brillo?
- Necesito tres cosas – explicó la tortuga. – Un rayo de sol, una gota de agua y una sonrisa del corazón.
- Yo puedo conseguir esas cosas - dijo Isabela con determinación.
Con la ayuda del zorro, Isabela se aventuró a buscar un rayo de sol y rápidamente lo atrapó entre sus manos. Luego, se acercó a un pequeño arroyo y tomó una gota de agua. Por último, pensó en todos los buenos momentos que había tenido en su vida y dejó escapar una hermosa sonrisa.
Cuando regresaron al Claro de los Sueños, la tortuga los estaba esperando.
- Aquí tienes - dijo Isabela, extendiendo las manos.
La tortuga tomó el rayo de sol, la gota de agua y la sonrisa, y en un abrir y cerrar de ojos comenzó a brillar intensamente. - ¡Gracias! - exclamó la tortuga, - Ahora puedo iluminar el bosque nuevamente.
Las luciérnagas giraron alrededor de Isabela como si estuvieran celebrando.
- Pero, espera - dijo la tortuga. - Tienes un gran corazón, princesa. Como recompensa, te daré un regalo. Cada vez que necesites un amigo o un rayo de luz, solo mira hacia el cielo y sonríe.
Isabela se sintió llena de alegría. - ¡Gracias, señora tortuga! - dijo, despidiéndose del zorro también. Con una nueva sonrisa en su rostro, regresó al castillo sintiéndose diferente.
Desde ese día, nunca más se sintió sola. Cada vez que miraba las estrellas, recordaba su aventura en el bosque encantado y sabía que siempre tendría amigos cerca, incluso en los momentos más oscuros.
FIN.