El Mensajero del Tiempo



En una remota época del Paleolítico, en un valle lleno de cuevas y humo de fuego, vivía un joven llamado Kian. Kian era un chico curioso y aventurero, siempre soñando con descubrir secretos del pasado y explorar más allá de su cueva. Su pueblo, compuesto por valientes cazadores y recolectores, se enfrentaba a muchos desafíos en la dura vida del Paleolítico.

Un día, mientras recogía leña, encontró un extraño objeto entre las rocas: era un menhir, una enorme piedra erguida cubierta de símbolos que parecían contar historias de antiguos cazadores y su relación con la naturaleza.

Kian decidió llevar el menhir a su aldea. "¡Miren lo que encontré!"- gritó emocionado. Los aldeanos se acercaron y comenzaron a murmurar. Su amiga, Lira, una joven hábil con la lanza, también llegó. "Es impresionante, Kian, pero ¿qué significa esto?"- preguntó con curiosidad.

Los ancianos del pueblo, al verlo, se sorprendieron. Uno de ellos, llamado Eldan, dijo: "Este menhir puede ser un vestigio de nuestros antepasados. Tal vez podías descubrir la historia detrás de estos símbolos."

Kian, emocionado por el desafío, decidió convertirse en el mensajero del tiempo. Se propuso encontrar respuestas y aprender más sobre aquellos que vivieron antes que él. "¡Voy a buscar más menhires!"- exclamó.

Con Lira a su lado, se adentraron en la jungla. En cada aventura, se encontraron con antiguos utensilios de piedra y dibujos en las cuevas de Lascaux, que representaban situaciones de caza y rituales. "Mirá, Kian, aquí están las historias de nuestros ancestros, podemos aprender mucho de ellos"-, dijo Lira, apuntando a las increíbles imágenes.

Sin embargo, no todo era fácil. En el camino, descubrieron que también había otros que deseaban hacerse con el menhir. Un joven guerrero llamado Zara llegaba con sus amigos. "Ese menhir es nuestro!"- dijo Zara, arrogante y desafiante. "¡No saben lo que significa!"- respondió Kian, decidido.

Se produjo un tenso enfrentamiento entre los grupos. Pero Kian, astuto y reflexivo, dijo: "Esperen, ¿y si compartimos lo que hemos descubierto y la historia que hemos aprendido? La historia no nos pertenece a nadie, sino a todos."

Zara dudó, y después de un tiempo, aceptó. "Está bien, compartiré los conocimientos de mi pueblo también. Podemos ser más fuertes juntos."

Kian y Lira mostraron los dibujos y símbolos en el menhir mientras narraban las historias de aquellos que vivieron antes. Zara, con sus conocimientos, les enseñó sobre la agricultura y cómo cultivar alimentos. Los jóvenes se dieron cuenta de que habían podido rescatar juntos el vestigio de su historia y aprender en el proceso.

El tiempo pasó, y los pueblos se unieron, creando una gran comunidad que valoraba la unión y el conocimiento alcanzado. Kian y Lira se convirtieron en representantes de la paz, los portadores del legado que unía a todos.

Una noche, mientras el fuego iluminaba sus rostros, Kian miró hacia el cielo estrellado. "Cada estrella es una historia, y cada historia es parte de nosotros. Nunca debemos olvidar nuestra herencia."

Y así, en el corazón del Paleolítico, la historia del menhir se convirtió en un símbolo de unión y aprendizaje, recordando a todos que cada vestigio del pasado tiene su lugar en el presente. Juntos, podían construir un futuro lleno de sabiduría y amistad.

FIN.

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