El mensajero olvidado
Había una vez en un pueblito llamado Cartilandia un mensajero llamado Martín. Martín era un hombre muy trabajador que todos los días viajaba de casa en casa entregando cartas y mensajes. Pero había un detalle que lo hacía muy especial: a pesar de su arduo trabajo, nunca recibía cartas. Mientras entregaba las cartas de otros, su buzón permanecía vacío.
Un día, Martín decidió que ya no podía soportar más la tristeza de su buzón vacío.
- ¡Mirá, Rocío! -dijo Martincito, un niño del pueblo que solía jugar al fútbol en el parque-. ¡Estoy cansado de ser solo un mensajero! Nadie me envía cartas y mi buzón siempre está vacío.
- ¡Pero Martín! -respondió Rocío- No te desanimes. Quizás no hay cartas para vos porque la gente no sabe que te gustaría recibirlas.
Martín reflexionó sobre lo que Rocío había dicho. "Quizás sus palabras tengan razón", pensó. Así que decidió hacer algo al respecto. Se puso a escribir un cartel grande y colorido para colocar en su buzón.
El cartel decía: "¡Hola, amigos! Estoy aquí para recibir cartas. ¡Me encantaría leerlas!".
Los días pasaron, pero el buzón seguía vacío. Martín se sentía más triste que nunca. Sin embargo, un grupo de niños del barrio, entre ellos Rocío, decidieron hacer algo por él.
- ¿Sabés qué? -dijo Lucas, un niño muy creativo-. Vamos a escribirle cartas a Martín. ¡Así él no estará más triste!
Los niños comenzaron a escribir cartas llenas de dibujos, cuentos e historias divertidas sobre sus días en el parque, sus juegos y hasta sus sueños y deseos. Nadie podía imaginar la sorpresa que les esperaba a todos.
Un día, cuando Martín llegó a su casa y abrió el buzón, encontró la primera carta.
- ¡Oh, una carta! -gritó emocionado-.
La carta decía: "Querido Martín, hoy jugamos en el parque y pensamos en vos. Nos gustaría que vinieras a jugar. ¡Te queremos!".
Martín se llenó de alegría y decidió responderles.
- ¡Queridos niños! -escribió con entusiasmo- Me encantaría jugar con ustedes. ¡Gracias por su carta!
Los niños se sorprendieron al recibir una respuesta. Así nació una hermosa amistad entre Martín y los niños del barrio. Cada semana, los niños le enviaban cartas y él les respondía con historias de sus aventuras como mensajero.
Una tarde, mientras preparaban una fiesta sorpresa para Martín, Rocío dijo: - ¡Hagamos una carta especial para su cumpleaños!
Todos estuvieron de acuerdo y empezaron a escribir y dibujar, llenando la carta con cariño y buenos deseos. Cuando llegó el día del cumpleaños de Martín, los niños se presentaron en su casa con globos y la carta especial.
- ¡Sorpresa, Martín! -gritaron todos juntos.
Martín se quedó asombrado.
- ¡No puedo creerlo! -exclamó emocionado- ¡Ustedes son los mejores!
La fiesta fue increíble. Los niños jugaron, comieron torta y compartieron risas, mientras Martín se sentía más feliz que nunca.
A partir de ese día, Martín nunca volvió a sentirse solo. Había encontrado en los niños no solo amigos, sino también un verdadero motivo para sonreír. Su buzón ya no estaba vacío, y después de todo, había aprendido que lo más hermoso de una carta no era solo el papel, sino el amor y la amistad que contenía.
Y así, Martín el mensajero descubrió que, a veces, la felicidad puede llegar de las maneras más inesperadas, y que un simple acto de bondad puede cambiar la vida de alguien por completo.
FIN.