El mercadillo solidario de Mateo



Había una vez un niño llamado Mateo, quien era muy enfadado y desobediente. Siempre se metía en problemas y no le importaba lastimar a los demás niños pegándoles.

Sus compañeros de clase temían acercarse a él, ya que sabían que podrían recibir algún golpe. Un día, la maestra de Mateo, la señorita Ana, decidió hablar con él para tratar de entender por qué se comportaba así.

Se sentaron juntos en el patio del colegio y comenzaron a conversar. "Mateo, me preocupa mucho tu actitud agresiva hacia tus compañeros. ¿Por qué te sientes tan enfadado todo el tiempo?", preguntó la señorita Ana con ternura. Mateo suspiró y miró al suelo antes de responder: "No sé...

supongo que me siento frustrado porque siempre pierdo cuando juego". La señorita Ana comprendió que Mateo estaba lidiando con sus propias inseguridades y frustraciones. Decidió ayudarlo enseñándole cómo ser bueno y compartir con los demás.

Esa misma tarde, la maestra organizó una actividad especial en clase. Les pidió a todos los niños que trajeran juguetes o libros para compartir con sus amigos.

Cuando llegaron al salón al día siguiente, había una mesa llena de objetos coloridos y divertidos. "¡Bienvenidos chicos! Hoy vamos a aprender sobre la importancia de compartir", anunció la señorita Ana emocionada. Los niños estaban entusiasmados mientras exploraban los juguetes nuevos.

Pero cuando Mateo vio lo bien que se lo pasaban sus compañeros compartiendo entre ellos, sintió una punzada de envidia. "¡Quiero uno de esos juguetes también!", exclamó Mateo, interrumpiendo la diversión de los demás.

La señorita Ana se acercó a él y le explicó: "Mateo, recuerda que el objetivo de esta actividad es aprender a compartir. Puedes pedirle a alguno de tus compañeros que te presten un juguete y prometerles que lo cuidarás". Mateo frunció el ceño, pero decidió intentarlo.

Se acercó a Tomás, uno de sus compañeros, y tímidamente le pidió prestado un autito. Tomás lo miró con desconfianza al principio, pero luego vio cómo Mateo estaba tratando de cambiar su actitud. Decidió darle una oportunidad y le entregó el autito.

A medida que pasaban los días, Mateo fue aprendiendo sobre la importancia del respeto y la amistad verdadera. Comenzó a disfrutar más del tiempo con sus amigos en lugar de buscar peleas. Ya no pegaba ni maltrataba a nadie.

Un día, durante el recreo, todos los niños estaban jugando juntos en armonía cuando Mateo tuvo una idea brillante. Se acercó corriendo a la maestra con una sonrisa en su rostro.

"¡Señorita Ana! ¡Tengo una idea genial! ¿Qué tal si organizamos un mercadillo solidario para ayudar a los niños necesitados?", propuso emocionado. La señorita Ana quedó sorprendida por la iniciativa y aceptó encantada. Juntos organizaron todo para llevar adelante el mercadillo.

Los niños trajeron juguetes y libros que ya no usaban para venderlos a precios simbólicos. El día del mercadillo, los padres de los niños se acercaron y compraron los objetos con mucho entusiasmo. Al final de la jornada, habían recaudado mucho dinero para donar a una organización benéfica.

Mateo se sintió muy orgulloso de lo que había logrado junto a sus amigos. Entendió que ser bueno y compartir con los demás podía hacer una gran diferencia en el mundo.

A partir de ese día, Mateo dejó atrás su actitud enfadada y desobediente. Se convirtió en un niño amable, respetuoso y siempre dispuesto a ayudar a los demás. Y así, Mateo aprendió la importancia de ser bueno y compartir con sus amigos.

Descubrió que la verdadera felicidad no se encuentra en lastimar a los demás, sino en construir relaciones sólidas basadas en el respeto mutuo. Desde entonces, Mateo se convirtió en un ejemplo para todos los niños del colegio.

Y juntos, crearon un ambiente lleno de amor, amistad y generosidad.

FIN.

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