El Microbio Miedoso y los Zombis Amistosos



En un pequeño pueblo llamado Limoncito, los habitantes llevaban una vida tranquila y feliz. Un día, una extraña ola de calor hizo que un microorganismo llamado Microbiótico comenzara a expandirse por el agua del arroyo. Este microorganismo era diminuto, pero muy curioso: se alimentaba de la energía de las personas. Sin embargo, no era malo, sino que tenía un propósito.

Un grupo de amigos, Sofía, Juan y Lucas, decidieron investigar qué sucedía. Un día, mientras exploraban el arroyo, Juan exclamó:

"¡Miren esto! ¡El agua brilla! ¿Qué será?"

Sofía se acercó más y dijo:

"¡Creo que es el Microbiótico! He oído historias acerca de él. Se dice que puede entrar en los cuerpos de las personas y convertirlas en... ¡zombis! Pero no son zombis aterradores, ¡son zombis amigables!"

Lucas se rió y preguntó:

"¿Zombis amigables? No parece muy amenazador. ¿Qué más sabes, Sofía?"

"El Microbiótico se despierta cuando las personas están muy cansadas o estresadas. Cuando entra en nuestros cuerpos, empieza a alimentar su energía y nos hace sentir felices. Pero a veces, se pasa de la raya y nos hace actuar de manera extraña: ¡nos vuelve dormilones y un poco torpes!", explicó Sofía.

Decididos a conocer más sobre el Microbiótico, los amigos fueron al laboratorio del pueblo, donde conocían al Dr. Análisis, un científico divertido y con una gran barba blanca. Al llegar, él les explicó:

"El Microbiótico se transmite a través del agua contaminada. Si tomas agua del arroyo sin hervirla, puedes sentirte muy cansado y caer en su trampa. Pero no temáis, hay forma de protegerse. La risa y la felicidad son los mejores defensores contra él. ¡Debéis jugar y divertirnos!"

"¿Y cómo podemos ayudar a los que ya son zombis?", preguntó Juan.

"La clave está en hacerlos reír. Cuando disfruten de algo, el Microbiótico se debilita y puede salir de ellos. Así que necesitamos un concurso de risas en Limoncito!", sugirió el Dr. Análisis con emoción.

Los amigos se pusieron manos a la obra. Organizaron juegos, cuentos y un enorme concurso de chistes en la plaza del pueblo. La gente, emocionada, se unió también. Pronto, los zombis comenzaban a soltarse y a reír, justo como dijo el Dr. Análisis.

Eran zombis que hacían reír a otros con sus torpezas: resbalándose en el barro, haciendo muecas, y riendo a carcajadas. Todo Limoncito fue un mar de risas, y esa alegría debilitaba al Microbiótico. Las personas, poco a poco, volvían a la normalidad, pero llevando consigo una lección:

"- A partir de ahora, ¡debemos aprender a disfrutar de la vida! ¡Y siempre recordar reír y jugar!"

El concurso de risas fue un gran éxito. Todos, incluidos los zombis, se unieron para celebrar la alegría. Cuando el último chiste se contó, el Microbiótico decidió que ya no podía alimentarse más de esa felicidad y se despidió del pueblo para encontrar un nuevo lugar, donde la felicidad no prevaleciera tanto.

Al final, el Dr. Análisis les tomó una foto a todos para recordar el gran día y dijo:

"¡Recuerden, amigos! Si alguna vez sienten el cansancio o la tristeza, jueguen, rían y compartan buenos momentos. Esa es la llave para mantener alejados a los miedos y a los Microbióticos."

Y así, Limoncito siguió siendo un pueblo lleno de risas y alegría. Sofía, Juan y Lucas aprendieron que la risa es una poderosa herramienta, incluso contra los zombis más extraños. Y de vez en cuando, miraban con tristeza el arroyo, preguntándose si el Microbiótico seguiría por ahí, esperando otra oportunidad de hacer carambolas.

Sin embargo, sabían que el poder de la felicidad siempre vencería.

FIN.

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