El miedo se convierte en magia


Había una vez un niño llamado Martín, que vivía en un pequeño pueblo rodeado de montañas. Martín era un niño especial, lleno de curiosidad y alegría, pero tenía un gran miedo: le tenía pánico a las letras.

Martín había crecido en un hogar donde su papá no entendía la importancia de aprender a leer y escribir. Cada vez que Martín intentaba acercarse a los libros o trataba de formar palabras, su papá se enfadaba mucho y le pegaba.

Esto hizo que el miedo de Martín hacia las letras se hiciera cada vez más grande.

Un día soleado, mientras caminaba por el pueblo con su mirada baja, Martín escuchó una voz cálida y amigable que decía: "¡Hola! ¿Necesitas ayuda?". Al levantar la vista, vio a un maestro carismático llamado Don Ernesto. Tenía una sonrisa radiante y unos ojos llenos de sabiduría.

Intrigado por el maestro Don Ernesto, Martín decidió contarle sobre su miedo a las letras. El maestro lo escuchó atentamente y le dijo: "Martín, las letras son como amigos secretos esperando ser descubiertos. Si te animas a conocerlos en la escuela, verás qué maravillosos pueden ser".

Martín dudó al principio, pero la energía positiva del maestro lo inspiró a darle una oportunidad a las letras. Así que juntos fueron hasta la escuela del pueblo para comenzar esta nueva aventura. Al llegar al salón de clases, Martín sintió mariposas en el estómago.

Pero el maestro Don Ernesto lo tranquilizó y le dijo: "Aquí en mi clase, aprenderemos de una manera divertida y emocionante. Las letras serán nuestras amigas, no nuestros enemigos". Y así comenzaron las lecciones con juegos y canciones.

Cada día, Martín se iba sintiendo más cómodo con las letras. Descubrió que podía formar palabras mágicas que abrían puertas a mundos llenos de fantasía.

Pero la historia dio un giro inesperado cuando un día llegó al pueblo un circo muy famoso. Todos los niños del pueblo estaban emocionados por ver los increíbles actos y animales exóticos.

Martín también quería ir al circo, pero su papá no lo dejaba salir de casa sin terminar sus tareas escolares primero. Martín estaba triste porque sabía que si iba al circo perdería su oportunidad de aprender más sobre las letras.

Fue entonces cuando Don Ernesto decidió hablar con el padre de Martín para explicarle lo importante que era para él ir al circo como recompensa por su esfuerzo en la escuela. El padre de Martín escuchó atentamente las palabras del maestro y finalmente entendió cuánto había cambiado su hijo gracias a las letras y a Don Ernesto.

Así que decidió darle permiso para ir al circo esa noche especial. Martín disfrutó cada momento del espectáculo circense, pero algo llamó especialmente su atención: un malabarista que hacía figuras impresionantes con pelotas numeradas.

Fascinado por aquel número mágico, Martín pensó: "¡Las matemáticas también pueden ser divertidas!". A partir de ese día, Martín no solo perdió el miedo a las letras, sino que también descubrió su amor por los números.

Se convirtió en un niño curioso y entusiasta que nunca dejaba de aprender. Y así, gracias al maestro Don Ernesto y su pasión por enseñar, Martín encontró la valentía para enfrentar sus miedos y descubrir el maravilloso mundo de las letras y los números.

Desde entonces, cada día fue una nueva aventura llena de aprendizaje y diversión.

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